OPINIÓN

Panegíricos desmemoriados

Álvaro Delgado | Lunes 13 de enero de 2025

Ya dijo Alfredo Pérez-Rubalcaba, tal vez anticipando lo que iba a suceder tras su propia muerte, que “en España se entierra muy bien, de maravilla”. Y eso es lo que ha sucedido manifiestamente en Baleares tras el fallecimiento del ex president Francesc Antich, que nos ha dejado de forma prematura hace unos días contando solamente con 66 años de edad.

Siempre he sentido especial predilección por las buenas personas y, aunque en este caso nunca tuve ocasión de tratarle directamente, todos quienes le frecuentaron coinciden en destacar la bonhomía, afabilidad y talante conciliador del político fallecido, algo que resultaría muy difícil de decir de sus sucesores en los gobiernos presididos por su partido, fuera del ámbito de su círculo político o familiar. Vaya desde aquí mi más sentido homenaje y mi reconocimiento ciudadano a alguien que nunca dejó de ser persona pese a haber dedicado a la política, en años no precisamente sencillos, buena parte de su hoy truncada trayectoria vital.

Pero, a estas alturas de mi película particular, tengo cada vez más claro que cultivar una buena memoria constituye un elemento perturbador para aspirar a una existencia tranquila trufada de escasos sobresaltos. El olvido, aunque sea parcial y selectivo, es muchas veces la mejor herramienta para digerir las extrañas contradicciones de la vida. Por ello, algunos nítidos recuerdos que consigo conservar me han causado un empalago lindante con la vergüenza tras repasar decenas de panegíricos desmemoriados que, sobre la trayectoria pública de Antich, se han escrito últimamente en la prensa insular. Plumas que le menospreciaron durante toda su carrera política, tachándole de tímido, apocado, gris, insignificante o falto de carácter, han venido a explicarnos, en estos primeros días del año 2025, que acabamos de perder al Barack Obama de la política balear, sin el cual ni nuestra autonomía, ni nuestras libertades, ni nuestro sistema de protección social hubieran sido posibles. Nadie ha querido recordar que, habiendo perdido las elecciones, gobernó apoyándose en políticos corruptos; que nunca fue capaz de revalidar sus gobiernos en las urnas; o que dejó la Comunidad Autónoma en bancarrota al abandonar el poder en el año 2012 (el gobierno entrante de Bauzá tuvo dificultades económicas hasta para pagar las nóminas).

Como ejemplo de lo anterior, aquí tienen dos textos publicados en la prensa mallorquina por el mismo periodista y en el mismo medio. El primero, fechado el 3 de enero de 2025, dice así: “Ha muerto un president modesto, digno, incansable e invencible en el Pacto con mayúsculas, poco dotado para la venganza, inesperado en su llegada al poder. Supo negociar con la realidad sin desvincularse de su compromiso de izquierdas. Le dominaba la duda creativa que precede a la acción. Le preocuparía que se exageraran sus méritos, siempre ávido por despojarse del protagonismo. No era huidizo ni introvertido, solo un ejemplo casi único en Mallorca del public servant británico. Un servidor público, nunca se sintió dueño de la situación… Ha muerto el nombre que normalizó esta isla, que la modernizó. También hizo lo posible por salvarla, pero esta misión escapaba incluso a su calma revolucionaria”.

El otro, datado el 6 de febrero de 2010, decía: “Francesc Antich es el primer presidente autonómico de la historia de España que ha visto cómo detienen en el despacho oficial a dos de sus directores generales, junto a otros cargos menores pero no menos sospechosos. Todo ello en días consecutivos, y con la ventaja de que el actual president puede superar esa marca estratosférica en el futuro inmediato. El autismo político tiene un precio. ¿Cuántos directores generales han de entrar en el calabozo, para que puede hablarse de corrupción generalizada? Con trece detenidos, cabe hablar de un comportamiento arraigado. El inhibido Antich no necesitará disolver el Govern corrupto, la justicia le está haciendo el trabajo sucio que tanta alergia le produce… Como mínimo, Antich ignora lo que sucede a su alrededor, carencia que en un gobernante es peor que un crimen. El president ya no puede garantizar la inocencia de sus consellers más próximos. Ni siquiera un manifiesto sobre su propia pureza sería más fiable que la declaración de un concursante de Gran Hermano”.

Contrastando hoy tan diferentes descripciones, creo que resulta innecesario explicarles mucho más.


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