OPINIÓN

No sabemos hacia donde vamos

Mallorcadiario.com

Gregorio Delgado del Río | Sábado 30 de noviembre de 2024

Es muy sabido, aunque no atendido, que lo ‘posmoderno’ ha pasado a mejor vida y estamos inmersos en la era de la ‘hipermodernidad’. Esta época se caracteriza por el ‘hiperconsumo’ para la ‘satisfacción personal’ y por ‘el movimiento, la fluidez y la flexibilidad’. Pero, al perder los referentes, los valores, la moralidad pública, la gente del común ‘no dispone de sistemas de creencias en los que encontrar seguridad’ y todo se ha vuelto problemático. Las Iglesias ya no dictan la conducta: cada cual hace lo que le place. Aparece, por tanto, la infelicidad, la insatisfacción y lo trágico de la existencia, con todas sus consecuencias (Pierre Henri Tavoillot en el Prólogo a Los tiempos hipermodernos, de Gilles Lipovetsky, Anagrama 2006).

Una de sus manifestaciones en lo político se centra en la ‘guerra de las identidades’, esto es, en el auge del wokismo (feminismo radical, el racismo, lo trans, etc.). Es la opción de la izquierda europea, con abandono de la socialdemocracia. Es la opción del sanchismo. Es una opción dogmática y sectaria que, al decir Murray, está llevando al mundo a la locura. Estamos creando “una sociedad de conflictos y enfrentamientos entre grupos”, que la balcaniza y propicia el levantamiento de muros (Sánchez). Abrazamos la polarización más extrema y así somos cómplices para impedir la alternativa política. No se respeta, por mucho que se invoque, la libertad, que siempre es una y la misma, sin distinciones ni matizaciones.

En esta misma línea, hemos apoyado, al decir de Lipovetsky (cfr. Entrev. en El Mundo, 24.11.24), la gran explosión del populismo y el resurgir de nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos (cfr. Francisco, Enc. Fratelli tutti). De ambos tenemos experiencia en España, y no grata. El Gobierno se sustenta merced al pegamento de quienes buscan destruir la nación española. Reciben por ello cuantiosos beneficios de todo tipo, abiertamente discriminatorios y contrarios a la igualdad. Todo para satisfacer un interés personal: estar y permanecer en la Moncloa. ¿Cabe, presuntamente, mayor corrupción y contradicción con el interés general?

De este modo, el presente, merced a la complicidad de los sumisos, se ha vuelto mucho más complejo. Se llega a atacar de hecho la legitimidad de la democracia. Se cuestionan sus mismos fundamentos. Se tiende a reemplazarla por un régimen autocrático y antiliberal. Es, presuntamente, el caso de Sánchez en España. A esto nos han llevado quienes venían a regenerar la democracia y luchar contra la corrupción.

Es evidente que ‘la democracia no está muerta, pero si debilitada’, como diría Lipovetsky. Muy enferma y endeble, al borde mismo de su desaparición. Sánchez se ha proclamado de hecho Dios Sol invicto. Mentiroso compulsivo, se siente y actúa por encima de la ley. Él, su voluntad, es la Ley. No consiente control alguno de su proceder. Casi todas las instituciones del Estado están a su servicio. No tiene límite alguno. Un verdadero caudillo. Rey absoluto del fango y el bulo. La corrupción (cfr. Elorza, Un régimen de corrupción, TO), por otra parte, parece acecharle por todos los flancos e irradia e infecta, presuntamente, toda la acción de su gobierno. ¡Qué desastre, madre mía! ¿Hasta cuándo seguirá abusando y maltratando a este gran país?

Existe, por último, otra dimensión de la hipermodernidad: las políticas en torno al calentamiento global. Tiene que ver con la actividad industrial y nuestro estilo de vida Las consecuencias son múltiples: el calentamiento del mar, el derretirse de los glaciares, el aumento de la temperatura media. ‘Vivimos en una hipermodernidad peligrosa’ (Lipovetsky). Hay que ser conscientes de ello y responsables. Las fuerzas de la naturaleza pueden ser destructivas y hay que neutralizarlas. Lo sabe muy bien el pueblo valenciano. El problema ahora radica en el ‘sectario dogmatismo climático’, que abrazó el sanchismo bajo la inspiración de la ministra Ribera. La culpa de lo ocurrido no radica en el cambio climático sino en “no haber acometido las infraestructuras necesarias”. Puro sentido común. ¿Volverá a suceder? Seguro, si sigue, como hasta ahora mismo, el“malicioso cálculo dilatorio para ahogar a Mazón en su propio caos” (Jorge Bustos).

Diría, para finalizar estas reflexiones, que nos hemos pasado de frenada. ‘No sabemos hacía donde vamos” (Lipovetsky). Hemos abrazado ‘una civilización del exceso’ y ‘no reaccionamos’(Ibidem). Mientras tanto, eso sí, experimentaremos ‘el malestar existencial’, ‘la depresión y la ansiedad’(Ibidem). La infelicidad, en suma.


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