OPINIÓN

Entre Occidente y Rusia

Emilio Arteaga | Martes 05 de noviembre de 2024

En estas últimas semanas han tenido lugar sendas elecciones trascendentes en dos antiguas repúblicas europeas de la extinta Unión Soviética. El 20 de octubre elecciones presidenciales y referéndum acerca de voluntad de adherirse a la Unión Europea en Moldavia; el 26 parlamentarias en Georgia y el 3 de noviembre segunda vuelta de la votación para el jefe del estado moldavo.

En ambas la contienda ha estado polarizada en torno a la cuestión de la tendencia que deben seguir ambos países en relación a los dos bloques que, por desgracia, se están conformando a nivel europeo, acercarse a Rusia o a la Unión Europea y, en términos de geoestrategia global, formar parte de Occidente o de los nuevos conglomerados, la Unión Euroasiática promovida por Rusia, que aspira a reconstruir el espacio soviético, y los denominados BRICS, liderados por China (y también Rusia), que pretenden hacer de contrapeso a los países occidentales y sus aliados, Japón y Corea del Sur.

En Georgia ganó con mayoría absoluta, según los resultados oficiales, el partido en el gobierno, Sueño georgiano del primer ministro Irakli Kobajidze, de clara inclinación prorrusa, entre denuncias de irregularidades, fraude electoral e injerencia rusa de la oposición, de observadores internacionales y de la propia presidenta del país, Salomé Zuravishvili, que concurrió a la elección presidencial en 2018 como independiente, pero con el apoyo del partido de Kobajize.

La deriva autoritaria del gobierno georgiano, con la promulgación de diversas leyes muy parecidas a otras similares de la Federación Rusa ha provocado manifestaciones multitudinarias de los ciudadanos, las mayores nunca vistas en el país y la congelación de su proceso de adhesión a la UE, con severas advertencias por parte de la Comisión Europea de que la evolución de los últimos años aleja a Georgia de la posibilidad de ni siquiera acceder a la condición de miembro asociado.

Los resultados electorales no parecen compadecerse adecuadamente con los sentimientos proeuropeos expresados por la población y las sospechas de interferencia de Rusia para alejar a Georgia de la UE y acercarla al espacio postsoviético patrocinado por Putin son cada vez más aparentes. No hay que olvidar que hay dos territorios georgianos, Abjazia y Osetia del Sur, que funcionan como estados separados de facto, bajo la protección rusa, como resultado de la última guerra ruso-georgiana, en la que el ejército ruso derrotó en cuestión de días al georgiano y estableció una especie de protectorado en ambas repúblicas.

En cuanto a Moldavia, la presidenta en ejercicio, Maia Sandu, ferviente europeísta, ganó la primera vuelta, pero sin llegar al necesario 50 %, por lo que deberá acudir a una segunda de desempate, con el candidato que quedó en segundo lugar, Alexandru Stoianoglu, es partidario de adherirse a la órbita rusa. El resultado del referéndum para que la voluntad de adherirse a la UE figurase en constitución moldava fue un ajustadísimo sí, que no llegó al 51 %, reflejando la profunda división de la ciudadanía en este tema, en el que la población joven, urbana y moldava es partidaria de orientarse hacia occidente y la rural y la de origen ruso, gagauzo o búlgaro lo es de hacerlo hacia Rusia. De hecho, en el referéndum ganó el sí por el voto masivo de los moldavos residentes en el extranjero, lo que dibuja un panorama complicado a nivel interno.

No se puede dejar de banda que en Moldavia está estacionado un número indeterminado de soldados rusos, que actúan, según el Kremlin, de fuerza de paz e interposición entre el territorio controlado por el gobierno moldavo y la región separatista de Transnistria, de población mayoritariamente rusa, que funciona como un estado casi independiente. La única institución que funciona en Moldavia como si fuera un país no dividido es la liga de fútbol profesional, en la que participan equipos de todo el territorio y que, en los últimos años, ha ganado de forma casi ininterrumpida el equipo Sheriff, de Tiraspol, la capital de la zona rebelde bajo protección rusa. Al sur del territorio moldavo se encuentra la región autónoma de Gagauzia. Los gagauzos son un pueblo de etnia turca que hablan una lengua muy emparentada con el turco, pero son de religión cristiana ortodoxa. Siempre se han manifestado férreamente prorrusos, hasta el punto de amenazar con declarar la independencia unilateral si el país se fusionaba con Rumanía, como era la voluntad de algunos políticos moldavos al principio de la independencia. El candidato rival de Sandu es precisamente gagauzo.

Al igual que en el caso de Georgia, en Moldavia ha habido acusaciones de injerencia rusa, llegando incluso a la denuncia de compra de votos por parte de agentes bajo la supervisión del Kremlin, así como campañas informáticas de desinformación y transporte de votantes a los colegios electorales.

Los resultados, prácticamente definitivos, de la segunda vuelta dan el triunfo a Maia Sandu, lo que confirmaría el muy ajustado resultado del referéndum, favorable a la adhesión de Moldavia a la UE y avalaría la política de la actual presidenta, pero sin olvidar que los votos muestran un país dividido en dos mitades muy parejas. Además, el triunfo de Sandu, tanto personal como en el referéndum, se ha producido gracias al voto de los moldavos en el exterior, que ha sido mayoritariamente proeuropeo. El año que viene habrá elecciones parlamentarias, que serán una auténtica prueba de fuego para la presidenta, ya que, de ganar los partidos prorrusos, se produciría una muy difícil cohabitación entre gobierno y presidencia de tendencias opuestas, que podría conducir a una parálisis del país y a una situación favorable a los intereses del Kremlin.

En cualquier caso, está claro que ambos países están profundamente divididos en dos mitades casi iguales y que la influencia, e injerencia, de Rusia ejerce una presión decisiva sobre sus ciudadanos. Putin no va a aflojar en su intento de reconstruir lo que fue el espacio soviético y a los políticos europeístas, como Sandu, les espera una tarea ardua y complicada y deberían recibir ayuda y apoyo de la UE, ayuda tangible, no solo declaraciones amables y promesas genéricas.


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