OPINIÓN

Errejón y la historia de siempre

Marc González | Miércoles 30 de octubre de 2024

Hay esquemas mentales en nuestra izquierda que se repiten una y otra vez. Ellos jamás son responsables de nada de lo que acontece, son siempre causas exógenas las que les impelen a actuar de determinada manera, las culpables de todas sus pifias, sean del grado que sean. Y, normalmente, esas causas exógenas provienen de la derecha, mira tú por dónde.

En cuarenta y seis años de régimen democrático no he escuchado aún a ningún dirigente o cargo relevante de nuestras izquierdas asumir las atrocidades que los suyos -sí, los suyos, los de su propio partido, fuera el PSOE-UGT o el PCE- cometieron en España entre 1931 y 1939. Siempre acude en su auxilio el mantra del “franquismo” como pretexto. La culpa de que se quemaran iglesias en 1931 era, por lo visto, de Franco. La revolución armada de Asturias contra el régimen republicano en 1934 debió ser también culpa del gallego. Y el asesinato de José Calvo Sotelo por parte de militantes socialistas, escoltas de Indalecio Prieto, el 13 de julio de 1936, seguramente también. Incluso el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera y los asesinatos de miles de civiles en Paracuellos del Jarama deben atribuirse, cómo no, al General. Es impensable que alguien progresista cometa crímenes, ese es el dogma de la fe izquierdosa. Por tanto, cuando las comete, en realidad está actuando como un facha. La derecha es ínsitamente mala, mientras que la izquierda es buena y salvífica.

La carta de Íñigo Errejón, en la que reconoce tácitamente los problemas de contención de sus pulsiones sexuales -y quizás también de otro tipo-, además de una muestra de cinismo y miopía supinos, trasluce el esquema mental de que les hablo. La culpa de que él trate de forma vejatoria a las mujeres no es de que sea un golfo sin escrúpulos y un machista irredento, sino que es del “patriarcado” -institución atribuida, como no, a la derecha- que, en explosiva combinación con el nefando neoliberalismo -los malos malísimos de entre todos los malos-, conduce a los más conspicuos y feministas intelectuales de la progresía a la perdición. “No fui yo, no fui, fue el maldito Cariñena que se apoderó de mí”, que diría don Mendo. Por cierto, a Pedro Muñoz Seca, autor de esta maravilla, también lo asesinaron los comunistas en Paracuellos.

Las ridículas -y autoinculpatorias por encubrimiento- ruedas de prensa de las lideresas de Sumar y Más Madrid exudan también un tufillo insoportable a lo mismo. Si un líder natural de “los nuestros”, un feminista de relumbrón como Íñigo Errejón, es capaz de cometer actos vejatorios contra las mujeres, qué no harán los desahogados dirigentes de la derecha, piensan.

El único consuelo que nos queda es que en las izquierdas, al igual que opera el principio general de autoexculpación, rige el aún más arraigado sentido cainita, en virtud del cual, si bien un viejo dicho castellano nos recuerda que “perro no come perro”, hay que convenir, en cambio, que “comunista sí come comunista”, normalmente con voracidad canina. Basta escuchar a Pablo Iglesias -otro machirulo progre indultado por sus ‘adláteras’- cómo arremete contra su ex amigo de la facultad y colega de farras diversas.

Marc González
Abogado

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