OPINIÓN

Lo del MUFACE como síntoma

Pep Ignasi Aguiló | Martes 29 de octubre de 2024

El sistema de partidos políticos, desde los inicios de la democracia, ha dado muestras de tender a la degeneración, cuya principal evidencia es la promoción, y proliferación, de personajes cuya única vocación es la de aprovecharse personalmente, o en grupo, del mismo, con poca o ninguna consideración hacia el “bien común”.

Quizás, Pedro Sánchez constituye el paradigma más claro, por haber llegado más lejos, aunque son muchos otros los que transitan sendas similares a diferentes niveles. La clave de la perversión consiste en conseguir que los votantes, simpatizantes y seguidores, se alegren más de las derrotas ajenas que de los aciertos propios. Tal como puede ocurrir con el fútbol. Una práctica muy querida por el nacionalismo. Así, cuando se milita en un partido, por ejemplo, en el PSOE, se rechaza todo lo que venga del otro, por ejemplo, el PP. Esa es la dinámica que se ha ido estableciendo ladrillo a ladrillo, aunque haya excepciones, como la del actual Govern Balear, que, sin embargo, también pueden ser mal entendidas por los votantes no acostumbrados.

Esta situación se agrava cuando los distintos niveles administrativos están en manos de partidos políticos antagonistas, como ocurre en esta legislatura. Ahora la mayoría de comunidades autónomas están en manos del Partido Popular, mientras que el Gobierno está en manos del Partido Socialista apoyado por sus múltiples socios. ¡La deslealtad institucional está servida!

Un simple ejemplo, se puede encontrar en la actitud de Pedro Sánchez poniendo palos en las ruedas a la continuidad de MUFACE (Mutua Funcionarios Civiles del Estado) al desatender las demandas de las aseguradoras privadas con las que colabora, a todas luces con tarifas más bajas que las de la sanidad pública. Así, si la entidad estatal desapareciera el Sistema Nacional de Salud vería incrementado el número de sus usuarios de una forma, que, en ocasiones, podría suponer un total desbordamiento del mismo, incluso en el caso de que las compañías ofrecieran poder completar los pagos. Esto tendría un claro impacto en el alargamiento en los tiempos de espera para ser atendido. Generando un auténtico problema en los sistemas hospitalarios y de atención primeria de las comunidades. Es decir, añadiendo tensión a los consejeros de sanidad de las autónomas que lo gestionan.

Las sospechas de que el Presidente actúe así por deslealtad institucional son razonables, aunque nos pueda parecer muy grave. Pues, atendiendo a su trayectoria resulta, diáfano que es capaz de cualquier acción con tal de enfangar a sus oponentes. Su política de “muros” hace que pueda preferir la derrota ajena al triunfo propio.

Es por ello que, en mi opinión, el partido de la oposición, se debería centrar más en consecuencia de los fallos que muestra la arquitectura política de nuestro país, así como en la forma de subsanarlos. Pues esos mismos fallos son los que están contribuyendo a que “el one” se pueda perpetuar en la Moncloa. Ciertamente, a nadie le ha resultado chocante que arremeta contra los jueces que le cercan. E igualmente, a nadie le debería extrañar que desarticule la unidad de la Guardia Civil que le investiga.

Vivimos un tiempo en el que, ante la caída de cualquier personaje, como puede ser el caso reciente del propio Iñigo Errejón, rápidamente se intenta buscar al responsable del “tiro en la nuca”, porque seguramente existe, sea este un ex-compañero de otra facción comunista u otro. Se mire como se mire, con estos personajes el ambiente se está volviendo tóxico y clama por un “ajornamiiento” que ofrezca mayor seguridad y representatividad a la ciudadanía.

De hecho, la Constitución tiene como principal propósito limitar el poder del gobierno en beneficio del de la gente. El diseño de las estructuras políticas sólo le sigue en importancia para su refuerzo. Es, pues, este último el que hay que revisar para afianzar el primero. Somos muchos los que pensamos que, por desgracia, la Constitución dejó de servir de barrera de contención al abuso con episodios como la expropiación de Rumasa, la Ley de Violencia de Género o con los decretos de la gestión de la pandemia.

Lo de Muface puede ser, ciertamente, un síntoma más de lo significa gobernar a la contra.


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