En el 138 a.C. Viriato fue asesinado, y de una manera bastante fea. El cónsul Quinto Servilio Cepión, incapaz de someterlo en el campo de batalla, convenció a Audax, Minuro y Ditalco para que lo mataran a cambio de una recompensa. Ellos cumplieron y Cepión no, lo que inauguró un modo muy de romano de afrontar las obligaciones contractuales. Después continuó trabajosamente la conquista, y tras vencer a cántabros y astures Augusto pudo darla por concluida hacia el 19 a.C. ¿Debe exigir España a Italia que pida perdón? El caso es que la romanización no nos fue tan mal, y en todo caso los actuales españoles descendemos de ella. Cuando las novelas de ciencia ficción inventaron el viaje en el tiempo descubrieron enseguida la «paradoja del abuelo»: un viajero consigue desplazarse a una época anterior y –vaya usted a saber por qué- mata a su abuelo. Pero si el abuelo muere antes de concebir a los padres del viajero, esté no podrá haber existido, no podrá haberse desplazado en el tiempo, ni podrá haber matado a su abuelo. ¿Quién se lo ha cargado entonces? Pues del mismo modo, los españoles actuales no pueden matar al abuelo romano. No pueden exigir perdón a los italianos por la conquista romana porque sin ella no existirían ellos. Existirían otros, tal vez más simpáticos, tal vez no, pero no los actuales (y por otra parte ¿qué culpa tiene Giorgia Meloni de lo que hiciera el cónsul Quinto Servilio Cepión?).
Pues esto, matar al abuelo español, es lo que ha pretendido hacer la doctora Claudia Sheinbaum, presidente electa de Méjico. Con un apellido escasamente náhuatl, en correcto español (aunque con desenfadada ortografía), y con cierto desconocimiento histórico que la ha llevado a situar la fundación de Tenochtitlán en 1825, ha decidido no invitar al rey de España por no haber pedido excusas por la Conquista. Son cosas de la moda indigenista que tanto gusta a la izquierda. Y, vale, los aztecas fueron conquistados (aunque no se puede decir que ellos fueran especialmente amables), pero otros pueblos indígenas participaron con entusiasmo. ¿Estarían los tlaxcaltecas de acuerdo con las disculpas? ¿Qué tiene Sheinbaum contra los totonacas? ¿Hay indígenas de primera y de segunda? Como ven, todo es muy complicado. Pero insisto, si no hubiera existido la Conquista tampoco existiría Méjico tal y como lo conocemos: un país mestizo de cultura occidental. Entonces si el rey dijera «deploro la Conquista» estaría implícitamente diciendo «deploro la existencia de Méjico», y eso sí que sería una grosería imperdonable. Por cierto, si no hubiera habido Conquista, no habría investidura de Sheinbaum el próximo 1 de octubre; tal vez Méjico fuera un estado más de USA, o quizás sacerdotes aztecas se reunieran para elegir un nuevo Huey Tlatoani, pero es francamente improbable que el saliente fuera López Obrador. También hay que reconocer que la reforma judicial que planea Sheinbaum podría encajar mejor en la cultura azteca que en la democracia liberal.
El inefable diputado de Sumar Gerardo Pisarello ha explicado que si España no se ha disculpado es porque no se ha resignado a la independencia de los virreinatos, y aún cree que los mejicanos son súbditos. Yo, la verdad, no conozco a ningún español que piense eso salvo el propio Pisarello, que es argentino. En todo caso el rey ha hecho bien en no contestar porque la única respuesta posible habría sido «dejadnos en paz con vuestra demagogia populista; buscad un chivo expiatorio menos apolillado que la conquista española para desviar la atención de vuestros problemas». Realmente es AMLO quien tiene que pedir disculpas porque ha afirmado, con toda tranquilidad, que los españoles somos racistas y por eso no queremos disculparnos; obviamente es él quien parece hacer una distinción racial entre mejicanos y españoles que la inmensa mayoría de éstos últimos no percibe. En todo caso parece que la venganza de España va a ser terrible: no sólo no se va a disculpar, sino que va a enviar a la investidura a Pisarello, Belarra y Bildu.