OPINIÓN

Guiris go home

Fernando Navarro | Viernes 26 de julio de 2024

Hablamos de la manifestación del domingo, y es necesario entender previamente un par de cosas. La primera es que la izquierda nunca es culpable de la masificación y de las incomodidades asociadas al turismo, y por eso las manifestaciones se producen en cuanto llega al poder la derecha, que enseguida lo pone todo perdido. Es normal, por tanto, que miembros del anterior gobierno –incluido el inefable Negueruela- hayan participado con entusiasmo aunque el nuevo no haya hecho nada distinto que ellos. Por supuesto, los manifestantes que se burlan y recriminan a los pobres turistas que están tranquilamente tomando un café, tampoco masifican. Ellos, cuando se plantean hacer un viaje, descartan inmediatamente destinos como Florencia o París porque son responsables y no quieren masificar. Por eso escogen cuidadosamente destinos que el turismo de masas aún no ha invadido, como Los Monegros o un polígono industrial en Puertollano. No se dejen engañar: las fotos que luego cuelgan en las redes metiendo los pies en la Fontana de Trevi no son más que un hábil montaje con el Photoshop.

Por todo ello en el vídeo promocional de la manifestación del pasado domingo los convocantes expresaban sus legítimas quejas: estoy harto de tiendas de souvenirs para guiris. Porque ellos son auténticos y no compran souvenirs, y así lo atestiguan el elefantito y el jabón con forma de flor que se trajeron de Phuket. Porque ellos –esta es la segunda cosa que hay que entender–, son viajeros y no turistas. También dicen estar hartos de tener a un guiri en la escalera -«guiris go home», mostraba una pintada que el Diario de Mallorca reproducía en su portada-, y aunque se manifiestan con esta xenofobia nada disimulada dicen ser representantes de la cultura. Yo, la verdad, no había oído hablar de ninguno, pero posiblemente sean actores: recuerdan bastante a los personajes rústicos que tan bien representaba Paco Martínez Soria, siempre dispuestos a tirar a los forasteros al pilón. Por cierto, el que más pinta de guiri tenía el domingo en las calles de Palma era el actual turismofóbico y anterior Conseller de Turismo Iago Negueruela.

Que sí, que padecemos incomodidades por la afluencia de viajeros, pero reconozcamos que las soluciones no son sencillas y entre ellas no está invocar conjuros como «abracadabra» o «cambio de modelo productivo». Y en lo del domingo había de todo. «Aquí s'està lliurant la lluita de clases» decía una pancarta que convertía al turista con chancletas del Arenal en plutócrata y al mallorquín en proletario (aunque probablemente Negueruela también llevaba chancletas). «Menos turismo, más vida» decía otra, sugiriendo que ambos conceptos son inversamente proporcionales y el primero reduce la segunda. No es de extrañar que algunos de los manifestantes se dedicasen el domingo a molestar, abuchear, e incluso lanzar agua a los viandantes sospechosamente rubios que, insidiosamente, les están extrayendo la vida.

Y a todo esto, si un turista escoge Mallorca como destino, paga su billete y su alojamiento, y se dedica a visitarla pacíficamente ¿quiénes son los manifestantes para decirle que se vaya? Si todo el proceso del viaje es pacífico, legal y voluntario, y el turista está disfrutando de la belleza de la isla, de la gastronomía o de lo que sea ¿quiénes son estos pelmazos para decirles que no es bienvenido? ¿Es que creen que Mallorca es suya? Obviamente sí, en eso consisten el eco-nacionalismo, el PSIB y Paco Martínez Soria. Pero si hoy deciden que hay que expulsar a los turistas mañana podrían decidir que también sobran los forasteros... ¡Oh, wait!


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