El gran filósofo español José Ortega y Gasset escribió en cierta ocasión que "la historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda". Aplicar dicho símil a Palma y a las corridas de toros sería quizás algo excesivo, pero sí podríamos decir que el casi centenario coso palmesano ha sido un símbolo para la ciudad prácticamente desde su misma creación.
La actual Plaza de Toros de Palma, conocida como el Coliseo Balear, se inauguró el 21 de julio de 1929. Con anterioridad, la ciudad había contado con una primera plaza de toros, que había estado ubicada en el casco antiguo, en concreto, en la plaza Bisbe Berenguer de Palou. La que se levantó para sustituirla se situó en la zona del Eixample, en la hoy denominada avenida Gaspar Bennàzar Arquitecte.
La construcción de la nueva plaza se llevó a cabo en un tiempo récord para la época. Las obras empezaron el 21 de agosto de 1928 y se prolongaron por espacio de unos diez meses. El impulsor del proyecto había sido el periodista y empresario mallorquín José Tous Ferrer —fundador del diario Última Hora—, mientras que el diseño de la plaza correspondió a uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XX, el también mallorquín Gaspar Bennàzar.
La plaza ideada por Bennàzar se ubicó en una superficie de unos 11.000 metros cuadrados. Por lo que respecta a su interior, el ruedo tenía 47 metros de diámetro, mientras que el aforo total se fijó inicialmente en algo más de 14.000 localidades. Con los años, se irían introduciendo pequeñas mejoras y cambios, pero todavía hoy sigue siendo uno de los más bellos recintos taurinos de toda España.
Cuentan las crónicas que el 21 de julio de 1929 hubo un lleno hasta la bandera en el Coliseo Balear. El cartel inaugural estuvo conformado por los diestros Nicanor Villalta, Antonio Márquez y Félix Rodríguez, así como por el rejoneador Antonio Cañero, que fue el único que salió a hombros tras haber cortado previamente dos orejas.
Ya en los años treinta y cuarenta, desplegaron su arte en la nueva plaza maestros de la talla de Juan Belmonte, Domingo Ortega, Marcial Lalanda o Rafael Gómez 'El Gallo'. A este último se le atribuye, además, la célebre frase "¡hay gente pa tó!", cuando le presentaron precisamente a Ortega y Gasset en un hotel de Madrid y le dijeron que era filósofo y ensayista de profesión.
Fue también en esos años cuando dos toreros nacidos en Mallorca llegaron a ser muy conocidos en el resto de España por su gran nivel y valía, Jaime Pericás y Quinito Caldentey, quien además fue dibujante y periodista. Paralelamente, los palmesanos y también el resto de habitantes de la isla daban continuas muestras de su gran afición a los toros. Cabe recordar que Mallorca contaba entonces con otras tres plazas, ubicadas en los municipios de Inca, Alcúdia y Muro.
El Coliseo Balear empezó a vivir una segunda época de esplendor a mediados de los años cincuenta, después de que hubiera sido adquirido en 1955 por el reconocido empresario catalán Pedro Balañá Espinós. A partir de entonces y hasta la primera mitad de la década de los setenta, la Plaza de Toros de Palma fue testigo de un periodo de innegable brillo y éxito a todos los niveles.
Por el ruedo palmesano pasaron a lo largo de aquellos años las principales figuras del momento, como por ejemplo Luis Miguel Dominguín, El Cordobés, Palomo Linares, Diego Puerta o Antoñete. Cabe citar también aquí a Paquirri, Paco Camino o El Viti, quien además fue el torero que más paseíllos llegó a hacer en esta plaza.
Como recordaría el gran crítico taurino Perico Colombás, "el ruedo del Coliseo Balear vivió su máximo esplendor en 1967, al considerarse el coso mallorquín como la primera plaza de toros del mundo. Ese año consiguió ofrecer al público 33 corridas, por primera vez superando a Madrid, que dio 31". Los años sesenta vieron, además, cómo se incrementaba exponencialmente en las plazas españolas la presencia de unos aficionados hasta entonces no muy habituales en los cosos: los turistas.
Aquella situación de bonanza empezó a menguar de manera paulatina en Palma a partir de la segunda mitad de los años setenta. Los carteles quizás ya no eran tan atractivos como antes y además hubo un progresivo descenso de la afición a la tauromaquia en Mallorca, algo que se hizo más evidente que nunca en 1991, en que no hubo ni una sola corrida de toros en Ciutat. Poco antes, Colombás había publicado el magnífico libro Coliseo Balear, mil seis festejos en sesenta años de toros (1929-1989).
Desde entonces, la Fiesta ha ido repuntando de manera ocasional en la capital balear, sobre todo en las dos últimas décadas, con la celebración de unas pocas corridas nocturnas al año durante los meses de julio y agosto.
Ese tímido resurgimiento taurino ha tenido lugar en un contexto sin duda difícil, en especial tras la aprobación en julio de 2017 de la Ley de regulación de las corridas de toros y de protección de los animales en las Islas Baleares, conocida popularmente como la ley de toros "a la balear". Esta norma había sido impulsada en el Parlament por el PSOE, Més per Mallorca, Més per Menorca y Podemos de manera conjunta, siendo validada luego por el Ejecutivo que presidía la socialista Francina Armengol.
Un año y medio después de la aprobación de la citada ley, el Tribunal Constitucional dictó en diciembre de 2018 una sentencia que anulaba sus artículos más restrictivos, en concreto, aquellos que decían que no se podía herir o matar a las reses. Esta resolución fue valorada de manera muy positiva por los amantes del toreo, pero aun así hay que reconocer que no supuso en la práctica un incremento significativo en el número de espectáculos taurinos en Palma.
De hecho, hubo que esperar hasta el 9 de agosto de 2019 para que el Coliseo Balear volviera a abrir sus puertas para la celebración de un evento de esas características. Aquel fue, de todas formas, un acontecimiento muy especial. En primer lugar, porque se conmemoraba el 90 aniversario de la inauguración de la plaza. Y, en segundo lugar, porque los toros volvían tras dos años de ausencia, de la mano de Morante de la Puebla, El Juli, José María Manzanares y El Fandi.
Tanto en aquel festival como en otros que había habido con anterioridad hubo concentraciones antitaurinas en el exterior del recinto. Dichas protestas no fueron multitudinarias, pero sirvieron para constatar que una parte de la población isleña se opone a la continuidad de las corridas de toros. Sea como sea, y tras el paréntesis del coronavirus, el Coliseo Balear ha seguido con su actividad habitual y se prepara ahora para celebrar por todo lo alto sus primeros 95 años de existencia.
El actual gerente de la Plaza de Toros de Palma, Miguel Gomis, explica a mallorcadiario.com que la empresa propietaria de la misma es hoy Exclusivas Balañá, que tiene su sede en Barcelona. Por lo que respecta a los festejos taurinos en sí, desde 2008 son organizados en Ciutat por la empresa salmantina Funciones Taurinas S.A. (Funtausa).
Gomis es una de las personas que mejor conocen la intrahistoria del Coliseo Balear. En ese sentido, recuerda que ya en los años sesenta y setenta empezó a acoger eventos muy variados, entre ellos combates de lucha libre, espectáculos de circo o grandes conciertos. "Con anterioridad, en torno a la década de los cuarenta, hubo un año en que incluso llegó a haber aquí carreras de avestruces", comenta con buen humor.
Asimismo, recalca que en el último cuarto de siglo han actuado en el coso palmesano músicos de renombre mundial, como Mike Oldfield, Sting, Mark Knopfler, B. B. King o Joe Cocker, así como los solistas y los grupos españoles e hispanoamericanos más importantes de las últimas décadas, como David Bisbal, Pablo Alborán o Ricky Martin. Otros eventos relevantes han sido la grabación de programas televisivos alemanes de entretenimiento o la celebración de campeonatos internacionales de tenis.
En cualquier caso, la Plaza de Toros de Palma nunca ha dejado de ser fiel a sus orígenes y a su leyenda. Así se demostrará de nuevo el próximo 8 de agosto, con la corrida conmemorativa del 95 aniversario, en la que se fundirán la maestría de Castella, Manzanares y Roca Rey con el arte de Domingo Zapata. O viceversa. De ese modo, para los aficionados se cumplirá, una vez más, la máxima de que "el toreo es poesía en movimiento", tal como afirmara el gran escritor mexicano Octavio Paz.
En un mundo tan cambiante como el actual, resulta muy difícil aventurar cuál puede ser el posible futuro del Coliseo Balear en las próximas décadas, pero lo que sí puede decirse con total seguridad es que se trata de un espacio que ya forma parte, con todos los honores, de la mejor historia de la tauromaquia española.