La mujer se hacía con las tarjetas mediante la técnica del “hurto amoroso”, es decir, aproximándose a los turistas bailando y dándoles abrazos, momento en que aprovechaba para sustraerles la cartera.
Tras ello, entregaba las tarjetas al taxista, quien hacía cargos fraudulentos con las mismas utilizando el datáfono del taxi que conducía.
Las investigaciones se iniciaron a raíz de la denuncia de un turista alemán a quien robaron la cartera con tres tarjetas de crédito y 500 euros en su interior.
Las investigaciones permitieron descubrir cargos realizados a esas tarjetas desde el datáfono del taxista, por lo que fue detenido y acusado de un delito de estafa.