La presidenta sabe leer. Más allá de ejecutar con extraordinaria pulcritud el programa electoral con el que se comprometió, Prohens y Costa están yendo más allá y están sabiendo leer entre líneas el sentir de los ciudadanos. Hay una cuestión que ya es un clamor intergeneracional y que traspasa las fronteras de la ideología: el rechazo unánime a la masificación turística.
Las preocupaciones de los ciudadanos de estas islas son comunes: vivienda y saturación. El ejecutivo autonómico ha entendido que no puede gobernar de espaldas a este sentir creciente y ha empezado, junto con los consells insulares, a establecer las primeras medidas de contención turística (no emplean el término decrecimiento por haberlo patrimonializado MÉS). Así, reducción de plazas turísticas en Mallorca, limitación de entrada de vehículos en Ibiza y cambio de argumentario en el PP balear.
Esta decisión acertada, no sólo ayudará a Prohens a cabalgar hacia los ansiados 30 escaños absolutos, sino que deja descolocada a la izquierda. Ni si quiera el PSIB se atrevió a hacer bandera del decrecimiento porque había demasiadas presiones hoteleras, pero la de Campos ha sabido entender que reducir la presión demográfica no es peligroso para el tejido empresarial, sino que es necesario. Nuestro territorio y recursos tanto naturales como humanos son limitados y ya son incapaces de satisfacer la demanda creciente. Cada récord que batimos es un titular funesto.
El equilibrio se impone como necesario en un momento en el que cobramos a nuestros visitantes un precio que no se corresponde con la pésima calidad del servicio que ofrecemos. No me refiero sólo a la hostelería, sino a la experiencia del turista: transporte colapsado, playas masificadas, servicios públicos desbordados… Celebro con gozo que el PP haya priorizado el bienestar de los ciudadanos a los delirios de algunos que sólo piden favores para exprimir un poco más a nuestras magulladas islas.
La persecución de la oferta ilegal y la reducción de la oferta turística ilegal son imperativas para frenar el aumento de presión demográfica, reducir un perfil de turista que no nos interesa y con ello disponer de un mayor número de viviendas que puedan reincorporarse al mercado. Todo ello, junto con incentivos para propietarios y la persecución de la ocupación y la morosidad son los ingredientes de la receta del ansiado bienestar.