OPINIÓN

Por unos límites al turismo, y a la hipocresía

Mallorcadiario

José Manuel Barquero | Domingo 12 de mayo de 2024

Este año la novedad del debate sobre la masificación turística está en la fecha. No hemos esperado a septiembre, ni al pleno estío, para protestar por el agobio de turistas y coches. Hemos adelantado el cabreo al mes de mayo. Esta anticipación puede responder a dos motivos: el primero, que la temporada turística cada vez es más larga (algo que debería interpretarse como un éxito si el objetivo casi unánime de políticos, empresarios y trabajadores del sector es la desestacionalización). El segundo, que hace un año se celebraron elecciones, y la sensibilidad de determinados colectivos se agudiza cuando gana la derecha. Como un picor en la nariz, es ponerse a gobernar el PP y automáticamente empeoran las alergias y comienza el estornudo social.

Aunque influya la “primavera” política, es evidente que ambos factores no son excluyentes. Cualquier persona que se desplace por las carreteras de Mallorca sufre a diario el colapso de las principales vías de acceso a Palma. El atasco ya no se reduce al horario de los colegios, ni al habitual de una jornada laboral. Se produce cualquier día, a cualquier hora. Son escenas típicas de grandes conurbaciones, impensables en Mallorca hace sólo unos años. Si hablamos de retenciones, no de accidentes, no tengo tan claro que el mes de mayo del año pasado fuera radicalmente distinto al presente, pero salta a la vista que el problema va a más.

Es difícil no repetirse al opinar sobre este asunto. Tengo escrito hace tiempo que el impacto del turismo de masas sobre la convivencia y la calidad de vida de los residentes merece un debate serio y alejado de dogmatismos. En verdad que con las cosas del comer no se juega, pero tampoco la enorme importancia de esta industria en nuestra economía debe servir de excusa para ignorar una cuestión que nos afecta a todos.

El discurso más hiperventilado contra el turismo brama por establecer prohibiciones como si a fecha de hoy Baleares fuera el salvaje Oeste, donde el primero que llegaba colocaba una alambrada y se quedaba esas tierras, o aquí levantara un hotel. Hace décadas que en nuestra comunidad se aplican mecanismos para topar las plazas hoteleras, pero la realidad nos muestra que esas moratorias y esos techos de crecimiento ha resultado insuficientes. Por eso surge entre ciudadanos de diferentes ideologías la preocupación por frenar un actividad que acarrea algo más que molestias pasajeras durante unas semanas concretas del verano.

çEl asunto es complejo. pero algunas medidas parecen de sentido común. Analicemos una que suscita la práctica unanimidad: dada la capacidad limitada de carga de nuestras carreteras, deberíamos limitar el número de coches que las empresas de alquiler pueden poner a disposición de sus clientes. Baleares soporta la ratio de coches por habitante más alta de la Unión Europea, casi uno por persona. Como es obvio, no todas las personas tienen carnet de conducir, ni edad suficiente para obtenerlo. Es decir, hay más de un coche por residente con licencia para manejarlo. Con la actual saturación de nuestras carreteras, ¿sería lógico que pudiéramos alquilar en verano nuestro vehículo sobrante a cualquiera que nos lo pidiera? Si alguien lo hiciera, ¿tendría derecho a protestar por los atascos?

Este es, ni más menos, el dilema que se plantea con los miles de propietarios que obtienen ingresos ilegales con el alquiler vacacional. Supongo que piensan que alquilar el pisín heredado en la Part Forana sin tener licencia para hacerlo, o incluso su primera vivienda cuando ellos se van de vacaciones, o se trasladan a su segunda residencia, es una gota en el océano de la masificación turística. Que total lo suyo no es nada, que la culpa es de Airbnb, que son otros los responsables de la congestión. Es algo parecido a protestar por el precio de la vivienda después de haber vendido la finca familiar, o el modesto pareado en un pueblo del Pla de Mallorca, a precios de metro cuadrado monegasco.

Dada la tradicional estructura social y familiar de Baleares lo que describo no es anecdótico, ni una cuestión de ricos. Lo sabemos todos, aunque resulte incómodo expresarlo en público y, sobre todo, no proporcione votos. No existen soluciones mágicas, pero un buen comienzo antes de que acudamos todos a la manifa contra la masificación sería dejar de lado la hipocresía, ser coherentes y afrontar el asunto también desde la responsabilidad individual.


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