OPINIÓN

Mariano Rajoy y yo vemos Teledeporte

Josep Maria Aguiló | Sábado 30 de marzo de 2024

Hace ya algunos años, cuando el socialista José Luis Rodríguez Zapatero era aún presidente del Gobierno, el entonces candidato popular a la presidencia, Mariano Rajoy, habló un día en un mitin sobre sus propios gustos televisivos y catódicos, que ya les puedo adelantar que eran casi idénticos a los míos.

Fue poco antes de las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011, en un acto celebrado en Guadalajara con deportistas y militantes de su partido. «Si veo la televisión, lo que hay que ver es Teledeporte, porque, ¿cómo se queda uno más a gusto y feliz?, ¿cuando se ve Teledeporte o según qué servicios informativos?», dijo Rajoy entonces. Estoy seguro de que no hará falta que les diga cuál fue su respuesta.

Al escucharle aquel día, me di cuenta de que, una vez más, coincidía plenamente con mi admirado Mariano, pues ya en aquella época me gustaba mucho más ver Teledeporte que la mayoría de programas informativos y de debates, con independencia de los canales públicos o privados en que fueran emitidos.

Si esto era ya así hace trece años para Mariano y para mí, imagínense cómo será ahora, aunque él tenga la suerte de estar ya retirado de la política.

Cuando hoy veo en Teledeporte un partido de tenis o de baloncesto, o una prueba ciclista o de atletismo, me siento tan bien y tan relajado, que yo creo que mejora mi estado de salud en general, tanto a nivel físico como psicológico, como si en cierta forma yo mismo hiciera también algo de deporte en esos momentos.

De ese modo, yo también me quedo entonces más a gusto y feliz, como el bueno de Mariano cuando sigue ese longevo y muy didáctico programa de Televisión Española.

En cambio, cuando todavía hoy veo algún programa informativo o algún debate, estoy casi seguro de que en esos instantes me suben al mismo tiempo la presión arterial, el colesterol malo, la bilirrubina y el nivel de glucemia en sangre, hasta unos niveles que muy posiblemente no sean nada buenos para mi salud.

En cierto modo, podríamos decir que se trata de espacios televisivos que están más «ultraprocesados» que las bebidas energéticas o que los productos de bollería industrial, que ya saben ustedes que no son especialmente recomendables.

Al igual que ocurre con los alimentos ultraprocesados que compramos casi a escondidas, los citados programas se componen también de cinco o más ingredientes poco aconsejables, entre ellos, demagogia refinada, sofismas argumentativos refinados, controversias saturadas, excesos añadidos y aditivos varios. En paralelo, y por desgracia, suelen contar de forma recurrente con un bajo contenido en fibra intelectual y en vitaminas para el cerebro.

El ultraprocesamiento de esos espacios les equipara también, metafóricamente hablando, con las patatas fritas o con las carnes precocinadas, pues tienen igualmente una presentación muy atractiva, están listos para ser consumidos de inmediato, resultan poco saciantes, liberan dopamina y crean adicción.

Todo ello hace que, en su conjunto, sean unos productos televisivos altamente rentables para sus impulsores, por lo que me temo que se seguirán emitiendo por los siglos de los siglos, o, como mínimo, hasta que el cuerpo o el mundo aguanten.

Ya saben ustedes que yo no soy mucho de dar consejos, pero creo que los españoles viviríamos en general un poco mejor y algo más tranquilos si no escuchásemos tanto a la mayoría de nuestros políticos y tertulianos actuales, y si viéramos con una mayor frecuencia Teledeporte, como hacíamos y aún hacemos mi querido Mariano Rajoy y yo.


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