Si tuviera que enumerar a cuatro mujeres inspiradoras y referentes, lo tendría muy claro. Simone Veil, política francesa que fue nombrada primera Presidenta del Parlamento Europeo en 1979. Clara Campoamor, abogada, liberal y pionera del voto femenino en España en 1931. Virginia Woolf, escritora universal que defendió la independencia intelectual y económica de la mujer a principios del siglo XX. Y Concepción Arenal, gallega, escritora, periodista, abogada sin título, que luchó en pleno siglo XIX por el acceso de la mujer a la educación y a la universidad.
Y en honor a su esfuerzo, a su valentía, a su lucha por los derechos y por la igualdad de la mujer, me niego a que se siga fomentando que las referentes femeninas de la mayoría de jóvenes españolas sean Irene Montero con su campaña “sola y borracha quiero llegar a casa” o Amaral no por su música sino por mostrar los pechos en un concierto, o Rigoberta Bandini con su canción “ay mamá” y ahora Nebulossa con su “Zorra” que ayer, en pleno año 2024, fue votada para representar a España en el Festival de Eurovisión. Me parece un retroceso mayúsculo. Y sí, he entendido perfectamente la simpleza de su letra- para los que se dedican a dar lecciones e impartir moralinas en redes- que muchos ya han bautizado como himno feminista. De verdad, váyanse al carajo. La letra de esta canción se quedó décadas atrás e intenta reabrir un debate más que superado. Y, ¿eso es todo lo que tiene que ofrecer en nuestro país el feminismo actual institucionalizado?
Tanto trabajo y esfuerzo de muchas mujeres, como para que vengan ahora con estas mamarrachadas los que lo ideologizan y lo colectivizan todo. Esta canción es una humillación como reivindicación de la mujer libre. Me recuerda a aquella proclama “sola y borracha quiero llegar a casa” que coreaban y siguen coreando las más jóvenes cada 8M. Y de verdad les reconozco, que si me hubieran preguntado hace más de veinte años, cuando estudiaba Derecho en la Complutense, no hubiera sido capaz de presagiar lo que se nos venía encima y que éstas iban a ser las reivindicaciones feministas del siglo XXI.
Por mucho que la izquierda intente apropiarse siempre la bandera del feminismo, hasta convertirlo en excluyente y que odia a los hombres, la realidad es que desde hace más de dos siglos que feminismo y liberalismo han caminado de la mano en la lucha por garantizar que los derechos y libertades de todos los ciudadanos sean los mismos ante las pulsiones reaccionarias de todo pelaje. Y claro que todavía existen desigualdades salariales, techos de cristal y una importante “brecha por la maternidad”. Ahí es donde debemos poner el foco y toda nuestra energía. Y nadie puede negar tampoco que las mujeres van conquistando todos los espacios sociales, incluyendo los círculos de mayor influencia tanto en lo público como en lo privado. Y eso se logra con cuotas de libertad y no con cuotas de paridad que penalizan a las mujeres y a la meritocracia, porque la paridad no es sinónimo de igualdad. Sin duda, la dificultad para conciliar la vida laboral y la familiar es una asignatura pendiente de nuestro Estado de bienestar, y un freno especialmente para las mujeres, que siguen siendo las que asumen mayoritariamente las tareas del cuidado de los hijos y, que en muchas ocasiones, se ven obligadas a elegir entre su carrera profesional y formar una familia. Y ahí es donde tienen que entrar las Administraciones para encontrar soluciones y medidas como el teletrabajo y la flexibilidad de las jornadas laborales.
Lo que está claro es que el pseudofeminismo dogmático y adoctrinador, que se impone hoy en día en nuestro país, nada tiene que ver con el feminismo que defendieron Concepción Arenal, Virginia Woolf, Clara Campoamor o Simone Veil. Y la igualdad real y efectiva no se logrará ni confrontando a los ciudadanos con ideologías caducas, ni agitando pancartas. Ni mucho menos llevando a Eurovisión canciones retrógradas convertidas en himnos feministas.