La Corte Internacional de Justicia (CJI), más conocida como Tribunal de la Haya, ha emitido un fallo en el que insta a Israel a tomar todas las medidas necesarias para evitar actos de genocidio en la franja de Gaza, así como a actuar contra los discursos que promuevan la aniquilación del pueblo palestino, a permitir de inmediato la entrada de ayuda humanitaria y a remitir al tribunal en el plazo de un mes un informe sobre la implementación de todas estas medidas.
El fallo corresponde a la presentación ante el tribunal por parte de Sudáfrica de una denuncia contra Israel por un posible caso de genocidio contra el pueblo palestino en Gaza, en la que solicitaba la adopción de medidas cautelares, entre ellas un alto el fuego inmediato de la operación bélica israelí.
El tribunal no ha considerado oportuno ordenar el alto el fuego, a pesar de considerar que algunos de los actos llevados a cabo por Israel podrían entrar dentro de la consideración de genocidio, según la convención de la ONU.
Esta decisión provoca perplejidad, cuando no indignación, puesto que el tribunal probablemente tardará años en analizar el caso y determinar la existencia o no de genocidio y si a pesar de haber detectado indicios no dictamina un alto el fuego cautelar, ello equivale a permitir que Israel continúe con su operación bélica y, de haberlo, su posible genocidio.
Tal parece que los jueces no se han atrevido a una resolución que confrontase directamente la operación israelí y hayan optado, quizás para tranquilizar su conciencia, por instar a Israel a evitar actos de genocidio y a permitir la entrada de ayuda humanitaria. Envueltos en sus togas seguramente habrán quedado muy satisfechos, pensando que han impartido justicia y ahora se podrán dedicar con su calma habitual a realizar un profundo y sesudo estudio del caso y dentro de dos, tres o cuatro años dictarán una sentencia llena de considerandos filosófico-jurídicos que, en cualquier caso y sea cual sea su dictamen, será inútil, puesto que sobre el terreno ya habrá pasado todo lo que tenga que pasar.
El drama se está desarrollando ahora. Los palestinos están muriendo ahora, no tienen suministros y están pasando hambre ahora, los hospitales están destruidos o no tienen recursos y la población no tiene asistencia médica ahora y si Israel continua con su operación militar todo irá a peor, porque en un territorio tan minúsculo como Gaza con cerca de dos millones y medio de personas amontonadas en una ínfima parte en el sur de la franja, no hay ninguna posibilidad de que los bombardeos masivos no maten civiles, incluso aunque el gobierno israelí quisiera sinceramente evitarlo, lo que es dudoso a la luz de declaraciones de algunos miembros sionistas supremacistas del gobierno, que se han referido a los palestinos como: “animales”, o han abogado por una operación de limpieza étnica con el asentamiento de los supervivientes fuera de Gaza, se supone que en el Sinaí egipcio. El propio gobierno israelí alimenta las sospechas acerca de sus intenciones, ya que se niega a explicitar sus planes para después de terminada la campaña bélica.
El ministro israelí de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, ha declarado: “el fallo tiene el mismo valor que un pedazo de papel higiénico” y ya había escrito antes en redes sociales: “la ley internacional no significa nada para nosotros”, lo que es muy ilustrativo e indicativo del respeto que les merece la CJI y los organismos internacionales, sobre todo cuando no se avienen a sus deseos y políticas.
La única esperanza, paradójicamente, puede venir del propio Israel. Ya hay voces de militares de alto nivel en activo, también de retirados, que consideran que la estrategia de Netanyahu es inviable, que no se podrá acabar con Hamás, a no ser cometiendo un auténtico genocidio, aniquilando a toda la población palestina de Gaza. Y ni aun así, porque seguiría existiendo en Cisjordania. También hay cada vez más manifestaciones civiles contrarias al actual primer ministro y, aunque de momento no parece que el gobierno peligre a corto plazo, el empeoramiento más que previsible de la situación podría desembocar en un escenario político proclive a un cese de hostilidades.
De momento, el fallo de la CJI no va a ayudar a los palestinos de Gaza, que seguirán viviendo, y muriendo, bajo las bombas.