En el lejano 2015 el Editor de este periódico digital y yo compartimos mesa mano a mano. De esa conversación afable salió una oferta de colaboración con este diario con carácter semanal que he venido cumpliendo hasta hoy, con excepción de los meses de agosto.
Recuerdo esos años muy difíciles y no se si antes o después colaboraba con unos amigos en la extinta radio UH bajo la dirección de Lina Pons, a la que tanto debo. Además de ser difíciles fueron años en los que fluía mucha información especialmente de tribunales. Ya existían las filtraciones había un periodista bajito que iba repartiendo periódicos a sus funcionarios informantes, al final para satisfacción mía le han parado los pies.
No se cuantos artículos habré escrito desde 2015 y como todo en la vida habrá luces y sombras, algunos malos, otros regulares y quizás alguno bueno; pero esto siempre lo han decidido Vds. los señores lectores que han tenido la amabilidad de leerme estos años.
En la vida todo son etapas y hay un momento que hay que saber parar. Para escribir se requiere un esfuerzo intelectual importante, se debe partir de una idea que se debe ocurrir y a través de ella desarrollar el mensaje que se quiere, lo que se dice la opinión. Pero sobre todo, como en la mayoría de las cosas de la vida, se tiene que tener ilusión y yo la he perdido. No encuentro en mi cerebro la chispa que me llevó a hablarles de un Almirante o de un Trombonista, por ejemplo.
Como no soy capaz de encontrar esa idea debo parar. Puede que no escriba nunca más o que pasado un tiempo el actual Editor me ofrezca una columna, pero la realidad se debe imponer y es el momento de parar. No quiero ser un abuelo cebolleta que cuenta batallitas porque no sabe contar más a los nietos.
Esa falta de ilusión me ha llevado a tirar de interioridades e intimidades que no deberían haberse publicado (a lo mejor la censura no era tan mala). He escrito sobre una persona que me exigía el anonimato, sin identificarla pero he escrito sobre ella y le ha dolido, y reitero mis disculpas. He escrito sobre decisiones de amigos que han tomado en ejercicio de su libertad y mi reacción ha sido dedicarles un artículo en el que Vds. los lectores habituales no habrán identificado pero ellos no sólo se identificaron sino que se ofendieron. No contaba nada que no fuera verdad pero no les gustó ni que lo contase ni la forma en que lo hice. Pero lo último que quiere uno es ofender a un amigo, pese a que considero que el artículo no era tan duro, les pido una vez más sinceras discupas.
Mateo 7 16 nos dice por sus hechos los conoceréis. Y efectivamente por sus hechos he conocido y reconocido amigos y por sus hechos he conocido y no reconocido amigos. Incluso alguien querido ha dejado de saludarme en público (Sé que mi amigo del alma me lo reprochará y seguramente con razón) pero para mí fue una humillación pública gratuita. Eso no se hace.
No quiero despedirme con mal sabor de boca, las cosas se arreglarán si se quieren, sólo es necesario un buen vino y una horita.
Les agradezco de corazón, desde el alma, que me hayan leído, que hayan discrepado, eso quiere decir que la sociedad aún vive, y también agradezco que alguno de Vds. estuviera de acuerdo con mis tesis.
Deseo de corazón que esto no sea un adiós sino un hasta pronto. Y que cuando regrese pueda contradecir al gran Unamuno y que España no me duela, pero hoy España me duele.