La sesión parlamentaria del miércoles deparó a los ciudadanos de Baleares un espectáculo lamentable. Ver cómo dos socios parlamentarios, PP y Vox, que suscribieron un acuerdo conjunto “para el Gobierno de las Islas Baleares” no hace ni cuatro meses, no son capaces de resolver sus desencuentros en el marco de la comisión de seguimiento y evaluación contemplada en ese mismo acuerdo, es muy poco edificante.
Vox presume de haber dado un “aviso” al Govern, para que no se le olvide que aunque no forman parte del Ejecutivo, sus ocho diputados son determinantes en el Parlament. Y pueden tumbar cualquier iniciativa del PP, que no tiene mayoría absoluta.
La abstención, que no voto en contra, del PP en la proposición no de ley presentada por Vox relativa a la libre elección de lengua en la educación, hizo que no saliera aprobada. Pero los ultraconservadores no pueden esperar que los ‘populares’ voten un asunto tan importante a ciegas, sin presentar enmiendas, porque a fin de cuentas, son ellos quienes deben llevar adelante y ejecutar lo que aprueba el Parlament.
La represalia de Vox, ejecutada el mismo día, tumbando el techo de gasto no financiero del Govern para la elaboración de los presupuestos de la Comunidad para el ejercicio 2023, no es un “aviso”, sino un auténtico despropósito. Sin presupuestos no se podrán materializar otros muchos compromisos contemplados en el pacto entre PP y Vox, como la gratuidad de la enseñanza 0-3 años, la supresión del impuesto de sucesiones y donaciones, o la creación de puestos de muy difícil cobertura en la sanidad pública.
Vox no ha ganado nada con su voto en contra del techo de gasto. Sin embargo, ha generado un enorme problema al Govern, frenando que se puedan aprobar los presupuestos antes de que termine este mes de octubre y que sean remitidos al Parlament para su tramitación.
La formación que preside Patricia de las Heras en Baleares y Santiago Abascal a nivel estatal, juega con fuego sin sacar ningún provecho. Sólo por escenificar que sus votos son clave y que está en disposición de bloquear en el Parlament las cuentas públicas.
Con ese bloqueo, los principales damnificados son los votantes de Vox. Y los grandes beneficiados, los partidos de izquierdas, cuyo regocijo por el espectáculo ofrecido el martes en el Parlament, es indisimulable y cae como agua de mayo. El portavoz del PSIB, Iago Negueruela, habla de “ingobernabilidad” y Lluís Apesteguia, de Més per Mallorca, menciona la palabra “fracaso”. Josep Castells, de Més per Menorca, subraya que el acuerdo entre PP y Vox es “absolutamente inestable”.
Es preciso exigir un mínimo de responsabilidad a Vox, de forma que los desencuentros que surjan con el Govern del PP, se aborden discretamente y sin matar moscas a cañonazos. Las escenas y los avisos, cuando se trata de las cuentas públicas, sobran. Como también sobran las purgas y las represalias a los diputados que se mostraron contrarios a tumbar el techo de gasto y que demostraron más responsabilidad y sensatez que los que optaron por practicar una política cortoplacista y de chantaje. Lo que tantas veces denunció Vox y en lo que ahora ha incurrido.