OPINIÓN

Dita Von Teese y yo

Josep Maria Aguiló | Sábado 14 de octubre de 2023

«Me gusta jugar con los zapatos, balancearlos, hacer un striptease de pies. Es un fetiche estupendo», afirmó en cierta ocasión la actriz y cantante Dita Von Teese, quien muy rara vez se baja de los maravillosos stilettos y tacones de aguja que suele lucir casi siempre.

Recuerdo que cuando leí aquella fascinante declaración de principios fetichistas me emocioné tanto, que incluso llegué a pensar por unos segundos que por fin había encontrado a mi posible alma (fetichista) gemela, aun a pesar de que no nos conocíamos y de que además nos separaban unos cuantos miles de kilómetros de distancia.

Piensen que para un fetichista confeso e irredento como yo, que además sueña con poder ingresar algún día como socio de honor en la Academia del Tacón de Aguja, resulta aún algo más difícil que para los demás poder llegar a conocer a alguien con quien poder congeniar, aunque sólo sea en la admiración por los taconazos, que en mi caso sería esencialmente como voyeur.

De hecho, es tal mi devoción por el pie femenino y por los tacones de aguja, que el inicio de cada temporada en el mundo de la moda supone un motivo de inquietud y de ansiedad añadida para mí, pues a priori nunca sé qué tipo de calzado concreto se llevará de forma mayoritaria al llegar la primavera, el verano, el otoño o el invierno.

A veces, incluso he llegado a tener terribles e inacabables pesadillas nocturnas en las que sólo veía escaparates con zapatos planos, con zapatos multicolor acharolados de tacón cuadrado bajo o —peor aún— con una selección de todos los zapatos femeninos que estuvieron de moda a mediados y finales de los años setenta. En fin, un horror. Un verdadero horror.

Seguro que comprenderán que por culpa de esos malsons me haya despertado en más de una ocasión empapado en sudor, descompuesto y preso de un verdadero ataque de pánico. Por fortuna, enseguida me recompongo cuando pienso que sólo ha sido un sueño y que esas aterradoras visiones no tienen por qué acabar siendo una realidad.

Para mí, no hay nada que pueda superar las obras maestras absolutas de Manolo Blahnik, Christian Louboutin o Jimmy Choo, entre otros. Aun así, no me gustaría que acabasen creyendo que soy una persona inflexible o poco tolerante en estas cuestiones, pues unas sandalias doradas planas o unas alpargatas veraniegas con cuña tienen también su aquél.

Más allá de la sensualidad y del sutil erotismo que transmiten los zapatos de Blahnik o de Louboutin, debo decir también que siempre he considerado que hay mucho de heroico y casi de sobrenatural en el uso de los stilettos no sólo en los grandes eventos, sino sobre todo de manera regular, en la vida cotidiana.

Yo ando casi siempre con mocasines o con deportivas, pero aun así no hay día en que no tropiece ni semestre en que no me caiga. Nada que ver, por tanto, con esas mujeres que diariamente desafían de manera casi épica socavones, obras y adoquines en Palma subidas a altísimos y finísimos tacones de aguja.

Por razones que quizás ahora mismo no vengan al caso, últimamente me encontraba algo decaído de ánimo e incluso diría que un poco tristón. Baste decirles que llevaba ya un cierto tiempo sin pasar por delante de ningún escaparate de ninguna zapatería o que el director Quentin Tarantino hablaba ya infinitamente mucho más que yo de su atracción (fatal) por los pies femeninos.

Sin embargo, por suerte ayer mismo leí que Dita Von Teese sigue trabajando en su firma de lencería, que prepara una colección de baño y que está terminando de escribir su tercer libro —los dos anteriores fueron sobre burlesque y sobre fetichismo—. Además, al parecer los tacones altos volverán a estar plenamente de moda este otoño. Como ven, aún hay motivos para la esperanza. No todo está aún perdido.


Noticias relacionadas