Maldita la gracia de eso que llaman "el valor educativo de la derrota", pero, sin duda, lo tiene. Por ejemplo, la evolución positiva de un mal jugador de pádel -como un servidor- depende en gran medida de su capacidad de análisis, severa autocrítica y de su férrea voluntad de corregir los múltiples errores que comete una y otra vez para propia desesperación. Sin cabrearse con uno mismo, es imposible progresar (en realidad, si esto último fuera lo decisivo, yo debería ser ya el Nadal del cuadrilátero padelero).
Si la pista estaba mojada, si tenía mucha arena, si el foco me ha deslumbrado, si hacía viento, si la red está demasiado alta, la rejilla es irregular, las bolas están sin presión, mi compañero no tiene el día y los contrincantes son malas personas que solo piensan en ganar a cualquier precio, entonces estamos bien aviados, mejor dediquémonos a la política.
Francina Armengol evidencia el acierto de su vocación. En cualquier otra actividad, si a los cincuenta y dos años no has mejorado un ápice -por culpa del adversario y sus pérfidos votantes, claro- te echan a la calle. En política, en cambio, te mandan encabezar la lista al Congreso de los Diputados.
Así se comprende mejor cómo la dimitida presidenta del Govern -sustituida hasta el viernes por Mae de la Concha- se aferra a cualquier cargo público que la libre de la pesadilla de la evaluación, propia de profesiones liberales, trabajos por cuenta ajena, carreras universitarias y deportes.
Escuchando a la inquera en la sesión de investidura de Marga Prohens y en los días previos, cualquiera diría que el 28M quienes se equivocaron no fueron los dirigentes del Pacte -sin pecado concebidos-, sino los electores, carentes de cualquier clase de sentido de la ética y la justicia, imprescindibles para reconocer en Armengol todas las virtudes cardinales, teologales y morales que inconmensurablemente la adornan y de las que carecemos el resto de mortales.
Francina nos anuncia calamidades, emergencias democráticas, abominables retrocesos en materia de derechos y un sinfín de desgracias debidas a nuestro craso error de no haberla votado a ella, que tanto ha hecho por todos y cada uno de los ingratos ciudadanos baleares.
De no haber construido una sola vivienda social, de haber prostituido el Pacte Educatiu para travestirlo de irrelevante ley para exclusivo lustre del alcalde de Pollença y su cohorte de estómagos agradecidos, de haber ignorado la corrupción en puertos y ayuntamientos ibicencos, de no haber avanzado un milímetro en movilidad eléctrica, de no haber ejecutado una sola infraestructura importante en dos legislaturas, de haber consentido el deterioro y la inseguridad de nuestras ciudades, de haber sido meros lacayos al servicio de las grandes compañías hoteleras, de no haber hecho absolutamente nada para evitar la masificación turística, de haber dilapidado en absurdas e inútiles dádivas el mayor presupuesto de la historia de nuestra comunidad, de haber perdido ocho años enfundándose las banderas de cualquier causa radical y minoritaria ignorando a la mayoría de los ciudadanos, de haber querido domesticarnos permanentemente con su ideología sectaria y excluyente, de haber hecho zafio uso de las víctimas de la Guerra Civil para su propaganda... De todo eso, ni una sola palabra.
Armengol se permite incluso el lujo de augurar la llegada de un nefando 'neobauzanismo'. Pero hasta el Partido Popular, a diferencia del PSIB, fue capaz de hacer propósito de enmienda y corregir su histórico error de haber otorgado el liderazgo a un absoluto incompetente, entonando el mea culpa y recorriendo el camino de vuelta hacia la sensatez tras la dura -y merecida- derrota de 2015.
Con su actitud arrogante, altanera y soberbia rayando la estupidez, Francina Armengol demuestra que no sabe perder, que no ha entendido absolutamente nada de lo sucedido el 28M, que cada día está más alejada de la posibilidad de volver a encabezar un Govern en esta tierra y, sobre todo, que está mutando a triste remedo progre de José Ramón Bauzá.