En los últimos años hemos puesto muchas cosas en formato pausa. También nos hemos dado cuenta de las que no pueden esperar. Una de ellas es la recuperación del sistema sanitario.
La fortaleza del modelo sanitario español nos ha llevado hasta aquí. Las dos décadas desde las transferencias sanitarias han permitido incorporar muchos aspectos locales enriquecedores. Se han aprobado las normas que desarrollan nuestras competencias en salud pública y asistenciales. Se ha aumentado el presupuesto sanitario y el número de profesionales. Ha permitido completar la renovación de los centros sanitarios de agudos y dotar a todos los sectores sanitarios de su hospital de referencia. Son Espases, Son Llatzer (2001), Mateu Orfila, Can Mises, Manacor (1997), Hospital Comarcal de Inca, Hospital de Formentera. También hemos podido comprobar como la politización de la gestión sanitaria autonómica tiene grandes inconvenientes. Entre ellos la incorporación de equipos directivos disfuncionantes con resultados nefastos, la endogamia, el nepotismo, la ineficiencia y la priorización de los intereses partidistas y la ideología a la incorporación de nuevos profesionales.
En los últimos coletazos de esta legislatura estamos sufriendo un sistema sanitario atascado, con una atención primaria incapaz de dar respuesta a las necesidades de los enfermos y asistiendo, ojipláticos, a la presentación en formato render de todas las infraestructuras que tenían que haberse realizado en los últimos ocho años de los que a los más, se ha colocado la primera piedra. Han sustituido infraestructuras por propaganda. El hospital Verge del Toro y la reforma de Son Dureta son dos ejemplos muy claros. Se ha perdido el foco de lo importante y la perspectiva de las verdaderas necesidades del sector. He ha sustituido la planificación y la estrategia por los gabinetes de prensa.
La tarea que queda por delante es hercúlea. Queda por transformar el sistema sanitario a la realidad epidemiológica y asistencial. La prevalencia de las enfermedades crónicas va en aumento, lo que condiciona mayores necesidades de atención para las personas que las sufren. Esta realidad obliga a reorientar el sistema sanitario, centrado hasta ahora en la atención a patologías agudas, a la atención eficiente de la cronicidad.
Para ello es necesario trabajar en todos los niveles, empezando por las decisiones políticas basadas en decisiones técnicas y en las evidencias científicas disponibles. En una planificación sanitaria que establezca las estrategias de atención, definiendo las acciones que garanticen la coordinación y la continuidad asistencial, la redefinición de roles profesionales y la profesionalización de la gestión de los servicios sanitarios. En definitiva, recuperar el camino que nunca se debió perder, colocar al paciente en el centro del sistema sanitario.
Para ello, es indispensable la voluntad política para afrontar el reto de la atención a la cronicidad. A partir de aquí es imprescindible desarrollar las estrategias de atención, con consenso y basadas en la evidencia, facilitar la formación de todos los que van intervenir, profesionales, pacientes y cuidadores e introducir los recursos y las herramientas necesarias para garantizar una adecuada coordinación entre niveles asistenciales, que deben pivotar sobre el liderazgo de la atención primaria.