OPINIÓN

Pasaremos sed

Emilio Arteaga | Martes 21 de marzo de 2023

Una de las consecuencias de los fenómenos de cambio climático y calentamiento global en los que estamos inmersos es la disminución de lluvias así como el cambio del régimen anual de precipitaciones en muchas zonas del mundo, entre ellas la nuestra.

Todas las proyecciones para los próximos 30 a 50 años indican que en el Mediterráneo se producirá una severa disminución de la pluviosidad anual, que será peor cuanto más se incremente la temperatura media anual. Si el incremento medio se imita a 1,5 o 2º C, implicará un claro descenso de la cantidad de agua recogida por las lluvias que tendrá serias consecuencias para nuestra vegetación y nuestra fauna, así como para la agricultura y también para el uso humano. Si sube 3 o 4º C, que no es imposible, la consecuencia será la desertización.

Estas no son previsiones catastrofistas de grupos apocalípticos, son proyecciones basadas en los datos acumulados en las últimas décadas y elaborados a partir del conocimiento científico y el tratamiento de la información masiva mediante inteligencia artificial, por lo que nos deberíamos tomar muy en serio la cuestión del agua, sobre todo en estas islas pequeñas en las que ya no andamos sobrados de recursos hídricos.

Ahora mismo, muchos de nuestros acuíferos están sobreexplotados, salinizados o contaminados, sobre todo con nitratos, o todo ello a la vez, de modo que, además de tener poca agua, una gran parte de ella no es apta para consumo humano. Yo vivo en el Pla de Mallorca y cada mes, con el recibo de agua, nos advierten que no es recomendable para uso de boca debido a la excesiva concentración de nitratos.

Esta situación y las proyecciones para el futuro inmediato deberían hacernos reflexionar, a todos y en especial a nuestros dilectos políticos, acerca de qué se debería hacer para ir preparándonos para esta carencia del elemento más básico para la vida, el agua.

Si vamos a tener menos agua, parece claro que deberíamos de entrada hacer dos cosas: dejar de derrocharla y dejar de contaminarla y a continuación empezar a establecer planes y sistemas para ahorrar, depurar y regenerar al máximo posible el agua utilizada.

No parece que ello vaya a ser posible sin reducir el impacto del turismo y la superpoblación. Deberíamos ir poniendo en práctica un programa de reducción mesurada pero continua del número de visitantes, que implicará también una disminución de la necesidad de mano de obra residente. Con más de un millón de residentes y el doble de esa cifra de manera simultánea durante varios meses al año no hay acuíferos que resistan.

La depuración y regeneración del agua utilizada debería extenderse a la práctica totalidad del agua utilizada. También deberían fomentarse los sistemas de captación y almacenamiento de las aguas pluviales, cada vez más escasas, como siempre hicieron nuestros antepasados, els aljubs y safaretjos y los depósitos subterráneos en las ciudades. Y se deberían reparar los sistemas de distribución, cuyo mal estado provoca pérdidas cuantiosas que no deberíamos permitirnos.

Para evitar la contaminación de los acuíferos se debería controlar severamente el uso agrícola de determinados fertilizantes, herbicidas y pesticidas de manera mucho más efectiva que hasta ahora.

La desalación de agua de mar es una posibilidad de aumentar los recursos de agua potable, pero consume mucha energía, lo que significa que es muy cara y lo será cada vez más en una situación mundial de recursos energéticos limitados y cada vez más costosos, además del problema de contaminación provocado por las salmueras, especialmente peligrosas para la posidonia.

Todo esto ya viene siendo advertido por los expertos desde hace tiempo y, por ahora, las medidas tomadas son, por utilizar un eufemismo, limitadas. Mientras sigamos siendo invadidos por más de trece millones de turistas cada año y tengamos una piscina por cada 17 habitantes va a ser difícil hacer lo necesario para prepararnos para la disminución de la pluviosidad, que, no lo olvidemos, no será un problema pasajero sino una realidad permanente.

Si seguimos así, pasaremos sed.