Se trata de dos perras adultas -una al menos de 12 años- que entran y salen de la perrera constantemente para asombro de los voluntarios.
Hasta en nueve ocasiones han sido recogidas de la calle en mal estado y hasta nueve veces le han sido devueltas a su propietario. No importa que malvivan en la calle o que se alimenten de la basura: el propietario va a la perrera, paga la correspondiente tasa y se las lleva de vuelta.
La crítica es unánime: "¡Basta ya de tolerar esto! Luego lo llaman centro de protección animal? Tolerando esto, desde luego NO"