Madrid, capital del Reino de España y Dios en la de todos, como es bien sabido, dispone de un altísimo porcentaje de funcionarios entre su población. De hecho, hay muchos más funcionarios que madrileños puros, de esos que de casta les viene al galgo. Esta circunstancia favorece un par de realidades como son la asistencia masiva a los teatros, cines, bares y restaurantes de la capital (por parte, precisamente de dichos funcionarios y funcionarias –y sus respectivas parejas y parejos- y la constante creación de chascarrillos, chistes, chanzas, cuchufletas o frases ingeniosas sobre toda clase de fenómenos físicos, políticos o costumbristas (debido también al etéreo y flexible horario que disfruta este colectivo).
Es increíble la capacidad del madrileño para aliviar con optimismo inquebrantable y un fino humor negro las penalidades y corruptelas de la vida urbanícola. Los llamados “gatos” (habitantes genuinos de la capital) son auténticos ingenieros de la chanza. Los que gozan de ambos dos conceptos, gatos y, además funcionarios del Estado, ya ni te digo. Utilizan los ratos de trabajo para crear chistes y, luego, destinan los tiempos de ocio para cubrir, ligeramente, el expediente laboral.
Sin ir más lejos, allá por los años cuarenta, en plena crisis del hambre feroz, amaneció la estatua de Neptuno, en plena Castellana, con una pancarta que decía: “O me dais de comer…o me quitáis el tenedor”. Pura pomada castiza.
Siempre he sentido gran admiración por el ejercicio de talento e imaginación que emana de mentes preclaras más bien proclives a una cierta gandulería y holgazanería innata.
Frases tan utilizadas como: “está más solo que un pulpo en un garaje”; “esto va a durar menos que un caramelo a la puerta de un colegio”; “eres más lento que el caballo del malo”; o bien la menos conocida: “pero bueno, qué pasa: ¿tu eres tonto o comes pronto?” forman parte de una manera de ver el mundo brillante e inteligente. Idiosincrasia natural envuelta en listeza y seducción verbal.
He oído, en algunas ocasiones, expresiones muy resultonas que, a la par que hilarantes en grado sumo, son un reflejo humano de gran calado. Cuando un conocido mío presentó –en una cadena de televisión- una sinopsis sobre un programa, la respuesta del responsable de turno fue (sic): “esto que presentas tiene menos futuro que un submarino descapotable”.
Ha pasado a la posteridad la metáfora sobre el valor y la valentía de alguien cuando se le apostilla: “fulano tiene unos cojones como el caballo de Espartero”, en clara alusión al enorme tamaño de los atributos genitales del citado animal, en la escultura que tiene el Duque de la Victoria en la calle O’Donell de Madrid, frente al precioso Parque del Retiro.
Finalmente, a un pobre discapacitado físico que en el momento de poner el pie derecho en el suelo, se le torcía y antes de llegar hacía como un quiebro inesperado, le bautizaron como “el engañabaldosas”.
Me quito el sombrero ante tamaña demostración de viveza.
Ahora mismo, en pleno año del Señor 2023, con Ayuso en el poder de la Comunidad de Madrid, la cosa ha perdido bastante gracia. Pasa que, como la ínclita alcaldesa sólo hace que recitar lo que M.A.R. (Miguel Ángel Rodriguez), su confesor, asesor y correveydile) le dicta a la oreja, las chanzas han perdido su sentido. Ayuso debería confiar el puesto de lacayo a cualquier subsecretario de agricultura del ministerio de Igualdad (por aquello del “sí es sí”): continuaría la fiesta...!!!