OPINIÓN

La vivienda como problema

Marc González | Miércoles 25 de enero de 2023

Asistimos a un escenario que, no por previsible, deja de ser sorprendente. Quienes prometieron un incremento exponencial del parque de viviendas accesibles a las clases trabajadoras, culpando de su carencia al adversario político, llegan a sus terceras elecciones sin haber hecho prácticamente nada.

La cosa no tendría mayor importancia de la que tuvo en comicios precedentes si no fuera porque la falta de vivienda hoy descompensa gravemente nuestros servicios públicos y compromete la viabilidad económica de nuestro sistema productivo.

Hay una carencia de médicos y resto de personal sanitario, así como de docentes de determinadas especialidades. La solución, obvia, sería incentivar que titulados de otras comunidades pudieran cubrir nuestras necesidades hasta que las universidades de las islas fueran capaces de hacerlo, algo extremadamente difícil con los absurdos planteamientos académicos que se fijan como barrera de acceso a determinadas carreras, planteados desde una institución universitaria anquilosada, egocéntrica y basada en el mantenimiento del statu quo de sus capitostes y departamentos.

Incluso la barrera del catalán sería menor para los foráneos si la oferta de trabajo para esos titulados fuese acompañada de condiciones sociales y económicas ventajosas. Sin embargo, el Govern no ha hecho los deberes -ni siquiera, los que le pusieron hace ya ocho años-, y como no hay viviendas suficientes, los precios de alquiler y compra son actualmente inasequibles para la inmensa mayoría de los ciudadanos.

Por tanto, en lugar de incentivar la venida de personal cualificado desde otras comunidades, lo que hacemos es expulsar a los titulados que salen de nuestra universidad hacia el extranjero o hacia otros destinos españoles más amables con la economía de los jóvenes graduados.

Otro tanto podemos decir del personal ligado a los servicios turísticos. Como no hay vivienda, las empresas tienen que ofrecer unos salarios para retener al personal que reducen su competitividad y, aún así, se las ven y se las desean para contratar camareros, cocineros, etc. Todo ello, en un contexto de crecimiento de la demanda turística para 2023 del 15 por ciento. Si el 2022 ya fue catastrófico en este sentido, el 2023 puede llegar el colapso.

Esta tormenta perfecta no tiene solución alguna a corto plazo y lo que es seguro es que quienes han sido incapaces durante ocho años de mover un solo dedo para revertir este despropósito no parecen ser los más capacitados para resolverlo en el futuro.

Y de las ocurrencias prohibicionistas y de limitación del libre mercado del alquiler de algunos miembros del Govern, mejor ni hablar.


Noticias relacionadas