OPINIÓN

Caín y Abel

Beatriz Vilas | Jueves 17 de noviembre de 2022

¿Cuál es la razón por la que los hermanos discutimos tanto?

Viendo a mis hijastros discutir cada día, me traslada a mi niñez y recuerdo las peleas que tenía con mi querido hermano, dos años menor que yo y que he de admitir sigo teniendo.

Según nos cuenta el génisis, El primer libro del antiguo Testamento, Caín y Abel fueron los dos primeros hijos varones de Adán y Eva, cuando estos fueron desterrados del paraíso.

Caín fue su primogénito varón, quien trabajaba los frutos del campo y Abel realizaba su trabajo con los animales.

Cuenta la leyenda que Dios prefirió las ofrendas presentadas en sus templos de Abel. Su hermano Caín, llevado por los celos y la envidia, de no ser el elegido de Dios y sentirse herido en su ego, decidió acabar con la vida de su hermano Abel.

Al cuestionarle Dios por el paradero de su hermano Abel, Caín le contestó, ¿Acaso soy yo el custodio de mi hermano?

Dios viendo lo que había ocurrido, castigó a Caín desterrándole del Edén y obligándole a vagar por la tierra, convirtiéndose en errante y extranjero en su tierra.

Si Uds., queridos lectores han tenido hijos o/y hermanos, van a entender enseguida esta fábula y el mensaje que la biblia quiere darnos.

Pareciera que los hermanos estamos condenados a discutir y pelearnos y en muchas ocasiones, ocurre en la disputa por el Amor de los padres, o por el egoísmo de no poder conseguir lo que mi hermano tiene en sus manos.

Yo misma, me he pasado toda la vida discutiendo con el mío y un millón de veces me he preguntado, ¡cómo podemos ser hermanos siendo tan diferentes!

Pero es cierto que en las largas temporadas que hemos pasado enfadados, en mi foro interior, tenía la sensación de haberme convertido en una errante sin rumbo fijo y que una parte de mi vagaba por el mundo perdida.

No logro entender cómo puede haber hermanos que por dinero, política o religión pueden llegar a dejarse de hablar de por vida y que son capaces de vivir sin tener contacto con sus hermanos para siempre.

Estoy convencida de que, esas personas, en el lecho de muerte, tendrán un recuerdo de tristeza por alejarse de esta vida sin el contacto de su hermano y sin su perdón.

¿Cómo se siente aquel que es capaz de “matar” la relación con su hermano? Y acaso queridos lectores, ¿no somos todos hermanos y uno en todos?

He de admitir que he pasado largas temporadas enfadada con mi hermano e incluso algunos meses sin hablarnos, pero siempre sabía que era circunstancial y que, en el momento que cualquiera de los dos tuviéramos una necesidad, acudiríamos al otro y siempre ha sido así.

He de admitir que parecemos nacidos de padres distintos y que los enfados y cabreos que he tenido con él, posiblemente no los he tenido con nadie, pero tras tiempo sin hablarnos, levantamos el teléfono y sabemos que el otro está ahí y que somos hermanos.

También recuerdo a mi padre preguntarme continuamente, por el estado de mi padre, ya que yo era la primogénita y yo contestarle algo similar a: ¿Acoso soy yo la custodia de mi padre? Y él siempre contestarme que sí, que lo era y que como “la mayor que era”, siempre debería de velar por su salud y bienestar.

Como Caín y Abel, los hermanos discuten en su gran mayoría, se pelean y enfadan, a veces por largo tiempo, pero es necesario que la sangre nunca llegue al río, porque si así fuera, seguramente nos encontraríamos vagando por el mundo, desterrados de nuestras raíces y muertos en vida, marcado por toda la eternidad.