OPINIÓN

Verano, alcohol y adolescentes

Agustín Buades | Domingo 24 de julio de 2022

El problema de la ingestión de alcohol por parte de los jóvenes en Baleares atañe a la sociedad y en particular a la familia que deben involucrarse más en la prevención en la adicción de los jóvenes.

El 75 por ciento de los menores de entre 14 y 25 años “hacen botellón”, la mayoría siguiendo un patrón caracterizado por la ingesta de grandes cantidades de alcohol en unas dos o tres horas.

El problema es que el porcentaje de chavales de 14 años que sigue este patrón se eleva al 40 por ciento, mientras que a los 16 ya supera el 70 por ciento, precisamente en unos años especialmente importantes para el desarrollo del cerebro. Y aún más grave mientras los jóvenes de 18 años reconocen que empezaron a hacer botellón con 14,9 años (a consumir alcohol, a los 14,1), los chicos de 14 aseguran que empezaron a beber sin limitaciones a los 13 (los 12,4 años es la media en la que empezaron a consumir bebidas alcohólicas).

Al botellón acuden por igual varones y mujeres, algo que ya se venía confirmando desde hace años. Sobre todo, en las edades inferiores, aunque en volumen de alcohol la ingesta de los varones sea mayor. Por consumo intensivo se entiende 60 gramos en hombres (unos ocho litros de cerveza o 1,5 litros de whisky, dependiendo de la graduación), o 40 gramos en la mujer en unas dos horas. Evidentemente, no es lo mismo que beba esas cantidades tan elevadas un hombre de 50 años que un chaval de 14, ni por su cuerpo ni por el grado de maduración de su cerebro.

El consumo intensivo se prolonga de media casi diez meses al año (se para sólo en épocas de exámenes) y dos días a la semana, mayoritariamente los sábados, seguido de los jueves (sobre todo, los universitarios).

Pero, es que la mayoría de los que practican botellón beben en esas cantidades, incluidos los de 14 años, que reconoce beber casi lo mismo que uno de 23. Los adolescentes han llegado a niveles de consumo similares a los universitarios utilizando menos tiempo, lo que confirma la radicalización del consumo de bebidas alcohólicas. Y lo mismo da que sean bebidas fermentadas, como la cerveza o el vino, y las destiladas, como el whisky o el ron...

¿Por qué beben de esta manera? Porque asocian alcohol con diversión, para desinhibirse y alcanzar un estado de ánimo positivo.

Esta manera de consumir alcohol tiene grave consecuencias. Diversos estudios realizados en adolescentes entre 13 y 17 años que consumían alcohol en exceso demostraron que tenían un 10 por ciento menos de capacidad para recordar la información aprendida previamente, mayor lentitud para procesar la información, problemas de atención y dificultades para realizar tareas de planificación, organizarse, controlar los sentimientos o tomar decisiones con criterio.

Sin embargo, los jóvenes tienen un escaso conocimiento de las consecuencias bio-psicológicas del consumo de alcohol desde temprana edad, aunque sí son conscientes de las consecuencias sociales del botellón, entre ellas el ruido, las peleas o la suciedad. Hay que incrementar el nivel de conciencia de los más jóvenes, sobre todo, cambiando la mentalidad de la sociedad y de las familias.

Y los padres ¿qué? .La sociedad en general no se suele preocupar por el fenómeno del botellón salvo por su vertiente social (suciedad, ruidos...). Pero nada de la vertiente sanitaria, es decir, el daño que está causando el consumo de alcohol en los jóvenes, sobre todo, entre los menores. El problema es la gran permisividad de la sociedad, incluyendo dentro de esta a la familia, principal centro educativo de un niño. Porque esto no se soluciona con más leyes ni apostando por campañas de dudosos resultados, ni ideando formas de ocio alejadas de lo que los chavales quieren. Se necesita el compromiso de toda la sociedad, y sobre todo, de la familia, que es la que enseña a ese chico que consumir alcohol es normal.


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