OPINIÓN

Nubarrones en otoño

Andrés Lasaga | Viernes 08 de julio de 2022

Disfrutemos del verano hasta que lleguen los nubarrones del otoño que auguran los expertos económicos y los principales organismos de referencia. Después de dos años sin vacaciones y sin poder viajar a otro país por culpa de la pandemia, mucha gente se ha tomado este verano como si fuera el último de sus vidas. Se trata de recuperar en un verano lo que no se hizo en los dos anteriores. La actividad turística, que es de lo que viven las Illes Balears, ha repuntado superando incluso las cifras de 2019, año prepandemia en el que se batió el récord de turistas.

Las playas vuelven a estar llenas de toallas y sombrillas; las calles vuelven a estar pobladas de turistas; han vuelto los cruceros; los hoteles están completos; los restaurantes no tienen mesas libres; las carreteras están al límite del colapso, y cada minuto un avión despega o aterriza en Son Sant Joan. Vamos, la estampa típica de cada verano en Mallorca, en la que cualquier parecido con la promesa del cambio de modelo productivo del actual Govern después de siete años es una broma de mal gusto. Así que toca disfrutar del verano y su efecto narcótico ante lo que parece que está por venir.

El otro día me advertía un buen amigo, ingeniero agrónomo, que el otoño será complicado, porque los precios no bajarán, el coste de la energía seguirá siendo muy elevado y habrá escasez de alimentos básicos, porque en muchos casos su producción no es rentable y el agricultor acaba arrojando la toalla.

Me hablaba, en concreto, de la moda de la agricultura ecológica y lo que está suponiendo para la producción, los precios y el abastecimiento. “No se puede pretender cultivar como en el año 1800, cuando la población en el mundo se ha multiplicado por ocho. Pero lo curioso es que la mayoría de los productos que consumimos vienen de países lejanos en los que se practica la agricultura tradicional, sin los controles medioambientales ni restricciones que sí tienen cumplir los agricultores españoles por exigencias de la Comisión Europa y de la Política Agraria Comunitaria”, me explicaba.

La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha desencadenado una crisis global que apenas comienza, y la apuesta de la UE por la agricultura ecológica aboca al desabastecimiento de alimentos. “La producción ecológica no compensa, ni para el agricultor ni para alimentar a la población mundial. Es más cara y, además, el rendimiento por hectárea cultivada es menor, con lo que no se satisface la demanda. No tiene ningún sentido que al agricultor español se le limite y se le exijan determinados fitosanitarios sostenibles, cuando luego entran productos con metales pesados de fuera de la UE, mucho más baratos y que son los que acaba consumiendo la gente”, me comentaba este amigo en una agradable sobremesa, después de disfrutar de un buen ‘variat’, en compañía de más gente.

Es la paradoja de un planeta en el que sale más a cuenta traer algo de China o de la India, con todos sus costes de transporte y aranceles incluidos, que adquirirlo en tu propio país o en la Unión Europea. Un planeta en el que al agricultor español se le obliga a reducir su producción para cumplir determinadas cuotas que acaban por hacer inviable la rentabilidad de su explotación, mientras en otras zonas del mundo se produce de manera masiva, sin ningún tipo de control.

Esperemos que la tormenta perfecta que se está formando se quede en tormenta tropical y no sea para tanto después del verano. Aunque escuchando las últimas declaraciones del presidente Sánchez o de la ministra Calviño, hablando expresamente de “próximos meses complejos”, es para estar todavía más preocupados. Que un Gobierno instalado habitualmente en la propaganda y en la autocomplacencia lance estos vaticinios, es porque empieza a preparar el camino para lo que sabe que será un golpe todavía más fuerte.

Mientras, por unas semanas, sigamos disfrutando del verano, que para eso está. Ya nos preocuparemos en otoño.


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