Tras un largo invierno que parecía no acabar, por fin estos días, ha llegado el buen tiempo y los turistas han llenado nuevamente las calles de nuestra amada isla.
Mi despacho está en pleno centro, pegado a San Miguel y cada mañana, cuando voy a trabajar me encuentro las calles vacías, pero al salir al comer, un gentío inunda las mismas, yendo de compras y admirando nuestro fantástico y pintoresco casco antiguo.
Pocas ciudades en el mundo tienen una parte vieja tan significativa como la nuestra y tan bonita que, en estos días soleados, deja vislumbrar la alegría de una ciudad hecha por y para el turismo.
Lo remata un barrio del Borne, con sus galerías de arte y tiendas de lujo, en la que la mayoría de los nativos pocas veces podremos comprar y hacer uso de ellas, ya que sus precios desorbitados, dejan casi las puertas abiertas, solo para un público muy determinado y generalmente suele ser foráneos.
Eso incluso le dota de más glamour a la ciudad, creada para el placer y el consumo de los mismos, una ciudad donde la gente que tiene dinero, viene a descansar y muchos a crear sus segundas residencias porque le aporta un buen vivir que no encuentran en sus países de origen.
Pero es curioso que los autóctonos de estas tierras, muchas veces no ven ese potencial, ni la valía de la misma, rechazando a ese turismo que inunda las ciudades.
¿Qué sería Palma sin esos turistas que a veces parecen molestarnos?
La pandemia nos debía de haber enseñado que sin ellos no podemos vivir, pero todavía oigo a algunos renegar de sus existencia y del potencial que le dan a nuestras islas.
A mi particularmente me encanta ver mi ciudad llena de gente, de tiendas repletas y de chiringuitos de playa abarrotados porque entiendo que solo así, podremos dar la vuelta a estas islas que han agonizado durante estos dos últimos años.
Disfrutemos de estos días, antes de que llegue el sofocante calor que hará que abandonemos el centro de porque isla para irnos a las playas y a tomar daiquiris en los bares de la coste.
Sepamos ver la belleza en cada esquina, en cada instante de la vida, porque querido amigo lector, esto siempre es un gran privilegio para los sentidos.
Me considero una amante de la primavera, de la humanidad y de la vida a doquier, ¡sepamos destacar la belleza que está tierra posee de manera natural!
¡Aprendamos a vivir cada instante como si mañana no volviera a suceder!