Los árbitros del comité balear de árbitros están decididos a parar este próximo fin de semana y a no dirigir encuentros en las categorías del fútbol autonómico como protesta por la espiral de insultos y agresiones físicas que tienen que soportar en los encuentros que se disputan cada fin de semana en los diferentes campos de nuestras islas. Ya no aguantan más desprotección y han dicho basta, porque entienden que es la única manera de llamar la atención sobre un problema que trasciende el ámbito futbolístico y que, desgraciadamente, retrata para mal a una sociedad.
Leía ayer en las páginas del diario Última Hora algunas de las actas de los colegiados en las que se reproducían todo tipo de insultos y menosprecios que los colegiados del fútbol balear deben soportar semana tras semana por el simple hecho de vestirse de corto para tratar de regular la disputa de partidos de fútbol de categoría amateur. También el testimonio de alguno de estos colegiados que habían sido víctimas de agresiones físicas, desde monedazos hasta puñetazos, en algunos casos con consecuencias importantes en forma de lesiones, como el caso de Joan Miquel Reus, un joven colegiado de 21 años con el tímpano perforado después de sufrir un puñetazo de un jugador en el partido Xilvar B-Son Ferrer de Tercera Regional.
El asunto debería ocupar y preocupar a las instituciones y a los estamentos deportivos implicados, pero, sobre todo, debería avergonzarnos a todos como sociedad, porque no tiene un pase que esto siga sucediendo. Como todo problema transversal, no es fácil de atajar, pero sí pueden adoptarse medidas que pongan freno de manera progresiva a los excesos de algunos personajes, por no utilizar otro calificativo peor, que siguen campando a sus anchas por los campos de fútbol y que no hacen otra cosa que ensuciar el nombre de un club y del resto de aficionados que sí saben comportarse con unas reglas básicas de respeto y empatía hacia la labor de los árbitros.
Propongo algunas. En primer lugar, debería erradicarse la venta de bebidas alcohólicas en los campos del fútbol balear. La ingesta de alcohol de manera desmesurada es una mecha del comportamiento violento que debe cortarse de inmediato por las autoridades. No hay campo de fútbol que no disponga de su bar, en régimen de concesión, y que aprovecha los fines de semana para hacer caja, porque es cuando se juegan los partidos. Pueden servir cafés, bebidas sin alcohol, helados… pero no alcohol.
Después está la permisividad de los propios clubes de estas categorías con sus aficionados más conflictivos. Saben quiénes son, cuál es su comportamiento, su historial, pero no hacen nada para impedir que sigan entrando a sus recintos porque no se atreven ni es agradable prohibirle la entrada a un vecino del pueblo. Los clubes tienen, por lo tanto, una responsabilidad directa en sanear sus gradas de gente violenta y convertir los recintos deportivos en espacios donde verdaderamente impere el respeto y el fair play en el marco de una competitividad bien entendida.
Luego está la colaboración y la presencia de las fuerzas de seguridad en dichos recintos, como medida disuasoria y como autoridad para levantar acta de cualquier actuación punible. Y para que, como ocurre en el fútbol profesional, cualquier individuo que no sepa comportarse, sea expulsado del recinto y no se le permita entrar durante un periodo de tiempo más o menos largo.
Después está la educación de la sociedad en general y la valentía de los aficionados que sí saben comportarse, para señalar a quien lo hace mal y reprochárselo públicamente. Porque, aunque no lo parezca, son muchos más los que sí disfrutan un partido desde el respeto a todos sus protagonistas que quienes se dedican a llenar de insultos, malos modales y agresiones los campos del fútbol balear. Tienen que sentirse el menosprecio y el rechazo de la sociedad y no el apoyo y la condescendencia.
Por eso, desde estas líneas, traslado mi apoyo al colectivo arbitral del fútbol balear, pero también en otras disciplinas deportivas donde, quizás en menor medida, también sufren el menosprecio de ciertos energúmenos. Recuperemos entre todos los recintos deportivos como lugares de respeto y competencia sana, y no como vertederos de insultos, agresividad y violencia, adonde resulta poco edificante ir con tus propios hijos.