OPINIÓN

Con el pasaporte Covid en la boca

Joan Miquel Perpinyà | Jueves 25 de noviembre de 2021

Se lamentan algunos de que pronto tendremos que ir con el certificado de estar vacunados entre los dientes, enseñándolo a todas horas para cualquier cosa que uno quiera hacer, así como tomar un café, comer un menú, ir al cine o coger el autobús. Es un engorro, desde luego, pero más engorro fue estar encerrados en casa y soportar un toque de queda nocturno durante meses, de modo que habrá que fastidiarse.

Si con ello conseguimos aumentar el porcentaje de población inmunizada, lo daremos por bueno. A fin de cuentas, pese a que aumentan los contagios (que algunos medios se empeñan en inventariar diariamente, pero sólo de Covid y no de la gripe), los ingresos hospitalarios son soportables, como la ocupación de las UCI. Gracias a las vacunas muere poca gente y estamos lejos de aquella situación de saturación de hospitales y UCI que abocaba a nuestro sistema sanitario al colapso y que obligaba a posponer intervenciones quirúrgicas no programadas.

Quienes se niegan a vacunarse, se amparan en su libertad y el Gobierno no contempla la vacunación obligatoria ni siquiera para personal sanitario. Dicen que legalmente es imposible. Me gustaría que alguien me explicase por qué se puede obligar a la gente a llevar mascarilla y sin embargo, no se puede exigir que se vacunen.

Ahora el Govern Armengol tantea con patronal y sindicatos obligar a presentar el pasaporte Covid para entrar en restaurantes y pubs. Ya se exige para las discotecas, por lo que es de suponer que de acordarse la medida en Consell de Govern, los magistrados del TSJIB no se opondrán. De forma que los no vacunados tendrán que meditar sobre su terquedad y decidir si quieren contribuir a parar la pandemia o continúan con su egolatría absurda e irracional. Está en su mano y si no les da la gana protegerse, pues que las restricciones les afecten sólo a ellos.


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