La aspiración de cualquier partido político es el acceder al gobierno de su circunscripción para poder llevar a cabo las políticas necesarias de acuerdo con su ideología y programa. No se puede criticar a ninguna formación política por ello porque es su finalidad natural. Estar en el gobierno produce tres efectos inmediatos: la posibilidad de hacer realidad las aspiraciones políticas, tener un “altavoz” y el soporte institucional -cargos, recursos- que repercute hacia el partido. Ello es tan valioso que el poder se convierte en el pegamento de las formaciones políticas. Cuando un partido ostenta un gobierno rara vez se producen escisiones graves en su seno; pueden albergar espinosas discusiones e incluso agresiones, pero raras veces llegan a tal punto como para dejar un partido herido de muerte.
Pues bien, la situación que vive El Pi en estos momentos es la típica de cualquier partido que lleva tiempo sin tocar poder. En el caso de este partido, además, resulta que nunca lo ha hecho a nivel insular y autonómico, por lo que la impaciencia está haciendo mella en sus filas porque observan que hay un claro problema de definición de rumbo.
Cuestiones semánticas aparte (cada uno interpreta de una manera el alcance de la dimisión del equipo de confianza de Antoni Amengual), subyace una cuestión básica de fondo que marca el problema inicial y que ahonda en el problema: su definición política. El ala ahora denominada “melianista” se siente relativamente cómoda con una definición de “centro, nacionalista y liberal”, mientras que la otra facción prefiere una clasificación más “regionalista” en la línea marcada por Jaume Font. Es decir, que la diferencia entre Convergència per les Illes y Liga Regionalista no ha sido una cuestión superada y vuelve a aflorar. ¿Por qué? Porque no hay pegamento.
No obstante, mientras que a nivel insular y autonómico los resultados nunca le han permitido a El Pi ostentar ni siquiera una cartera ejecutiva, sí que tiene un poder considerable a nivel local, con más alcaldías que MES y las mismas que el Partido Popular. Así pues, sabiendo que la implantación de bases es esencial para cualquier partido, es muy relevante el hecho de que los alcaldes de El Pi están en la línea de Josep Meliá, y no porque a éste le tengan una estima especial, sino porque la idea de partido del grupo de Antoni Amengual no encaja con ellos. Por lo tanto, aunque no se tenga superglue 3, el grupo que ahora lidera Tolo Gili sí que tiene un Pritt de barra que le da una situación de ventaja.
Hasta el congreso del día 25 de octubre todavía han de pasar muchas cosas, entre ellas resolver el alcance de la dimisión de la directiva de Amengual y la inclusión o no de nuevos afiliados en el censo. La incógnita de después es cómo reaccionará la facción que resulte perdedora y si entrará en escena el proyecto Coalició per Mallorca presentado por Marc González.