OPINIÓN

Adiós a Tokio 2020

Emilio Arteaga | Martes 10 de agosto de 2021

Han acabado los juegos olímpicos de Tokio 2020, celebrados en 2021, y no ha sido esa su única característica inusual. Han sido unos juegos sin público, con escasas excepciones, sin visitantes extranjeros, con la villa olímpica cerrada a cal y canto, con períodos máximos de tiempo para llegar y marchar de Japón de los deportistas, con pruebas continuas de covid, con los deportistas recogiendo ellos mismos las medallas y colgándoselas al cuello, y con una sensación global de tristeza y melancolía.

Se han celebrado, contra la opinión mayoritaria de los ciudadanos japoneses, para que el COI pueda mantener su negocio televisivo y de patrocinadores, en una demostración más de que lo que interesa a todas estas corporaciones internacionales que controlan el deporte mundial es el dinero y, con él, mantener sus suculentos sueldos, dietas y prebendas de todo tipo.

Desde la perspectiva española, se ha conseguido el mismo número de medallas que en Río, una cosecha mediocre de dieciocho, pero con muchos menos oros; es decir, se ha empeorado un resultado que ya no era para tirar cohetes. De hecho, los resultados de los deportistas españoles en las olimpiadas vienen siguiendo una curva lenta pero progresivamente descendente desde el año 2000.

Y no solo es el hecho de que los resultados empeoren a cada nueva cita olímpica; también llama la atención la irregularidad de los resultados. Deportes en los que se obtenían buenos resultados han pasado al ostracismo y las medallas dependen más del talento individual que de la política deportiva del gobierno central y comunidades autónomas, suponiendo que tengan alguna.

Disciplinas que eran casi garantía de una buena cosecha de medallas, como la natación sincronizada, se han hundido, literalmente, en la piscina de la mediocridad. Desde que se despidió a Anna Tarrés, de una forma extraña, con acusaciones de maltrato psicológico por parte de nadadoras ya retiradas, nunca sustanciadas ni demostradas, la natación artística española no ha levantado cabeza. Más atrás en el tiempo tenemos el caso de la gimnasia rítmica, que antaño conseguía posiciones de privilegio y ahora está desaparecida. Y lo mismo se puede decir del ciclismo en pista, la halterofilia o el judo. En vela, dos medallas de bronce y gracias.

En los deportes olímpicos principales, natación y atletismo, cero y una medalla, de bronce, respectivamente. Bien es cierto que en marcha atlética, donde tradicionalmente se han obtenido buenos resultados, este año se han logrado tres cuartos puestos, un resultado sin duda notable y merecedor de, como mínimo, algún tercer puesto. Pero en la media distancia, mil quinientos y tres mil obstáculos, donde no hace tanto teníamos presencia en los primeros puestos, esta vez nada de nada, con todos mis respetos para Adel Mechaal, que ha quedado quinto en mil quinientos con mejor marca personal, lo que quiere decir que ha competido al máximo, pero ha estado muy solo.

En remo y piragüismo sí se han conseguido preseas, pero ningún oro, igual que en los deportes de equipo, donde han fracasado el baloncesto femenino y el hockey hierba masculino, mientras que el femenino compitió bien y fue eliminado cruelmente en cuartos de final en la tanda de 'strokes' (penaltis).

Los oros, tres, se han conseguido en deportes minoritarios: tiro, kata (kárate) y escalada, ligados a la capacidad personal de los deportistas. Y ese es el principal problema del deporte español: los éxitos dependen de la aparición de talentos individuales y desaparecen cuando el atleta o atletas se retiran. No hay una verdadera estructura de deporte de base, que permita el desarrollo de toda la potencialidad de nuestros jóvenes. El deporte escolar es deficitario y el universitario es una risa. De la cantidad surge la calidad abundante, mientras que de la escasez solo aparece el genio individual. Pero no parece que la política deportiva y, sobre todo, los recursos económicos a ella dedicados, vayan a mejorar en el próximo futuro. En España tenemos una sobreabundancia de instalaciones deportivas, que se usan para todo menos para deporte, y una carencia de deportistas.


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