OPINIÓN

Desfachatez

Jaume Santacana | Miércoles 04 de agosto de 2021

El mundo de la filología anda, estos días, ciertamente revuelto; muy revuelto. La cosa va de unas declaraciones que el señor don Pablo Casado (jefe de la oposición al Gobierno de España en el Congreso de los Diputados) tuvo a bien efectuar, recientemente, en Palma de Mallorca, durante el acto de clausura del Congreso del Partido Popular Balear.

Casado proclamó, solemnemente, ante sus afiliados y miembros de la dirección autonómica de su partido, que en las Islas Baleares “no se habla el catalán. Que la lengua usada por los isleños es el mallorquín, el menorquín, el ibicenco y el formenterés, y que estos idiomas no tienen nada que ver con el catalán ni con el autodeterminado concepto de Paísos Catalans”.

El reconocido filólogo catalán Magí Camps -ante tamaña salvajada- ha recordado el documento de la Real Academia Española (RAE) sobre “la lengua de los valencianos”, en el año 1975, documento ratificado en 1980 por la Real Academia de la Historia (RAH). El texto pretende luchar contra el “aberrante” intento de desmembrar los dialectos de la lengua catalana.

Este escrito -basado en criterios científicos- viene firmado por algunos de los más relevantes académicos españoles del momento como, por ejemplo, Dámaso Alonso, Jesús Pabón, Emilio Alarcos, Vicente Aleixandre, Fernando Lázaro Carreter, Pedro Sainz Rodriguez, Salvador de Madariaga, Pedro Laín Entralgo, José María Pemán, Miguel Delibes, Antonio Buero Vallejo, Luís Rosales y Camilo José Cela; grandes eminencias, todos ellos, exentos de discusión. Es decir, los máximos exponentes de la autoridad científica, especialistas en la lengua, la historia y la literatura española del siglo XX.

Todos estos académicos (y muchísimos más que no he citado por falta de espacio) avalaron la unidad de la lengua catalana en todas sus variantes dialectales -a propósito de la discusión sobre la lengua valenciana- en abierta contradicción con el secesionismo lingüístico del señor Casado. “El valenciano -dice el documento- es una variante dialectal del catalán, al igual que el idioma hablado en las Islas Baleares, la Catalunya francesa, una franja de Aragón, el País Valenciano, el Principado de Andorra y la ciudad sarda de l'Alguer”.

A mí, personalmente, me la repampimfla que a esta lengua común se la denomine catalán, valenciano o balear. Me da igual que me da lo mismo. Lo único incuestionable, la única realidad, es que entre todos nos entendemos a la perfección con nuestra lengua particular, adaptándonos a sus diversos vocabularios y fonéticas; y así ha sido durante siglos.

El bochornoso contenido del discurso del jefe de la oposición española es tan inverosímil que -puestos a comparar sin remilgos- estaríamos hablando del hecho de que existirían tantos idiomas como países hay en Latinoamérica. Es decir, que no se podría hablar de la lengua castellana, sino que las diversas variaciones dialectales (idiomas, para el ínclito Casado) serían consideradas lenguas como 'argentino', 'chileno', 'peruano', 'colombiano', 'venezolano' y así hasta la intemerata lingüística. Exactamente esto; ni más ni menos. Qué vergüenza, señor Casado.

Tenemos un problema, don Pablo (Pau, para los formentereros, los roselloneses, los fregatinos de Fraga, en Huesca, los badalonenses, los alicantinos, los alguereses, etc.). Veamos: o se trata de un caso de supina ignorancia absoluta o -en la peor de la situaciones planteadas- estamos ante un acto de evidente mala fe. O ambas dos, como dicen los castizos. De ahí a declarar que la tierra es plana va un milímetro.

Digo yo, no sé, que al señor Casado alguien le debe asesorar mínimamente sobre el contenido de sus discursos. Si no es así y usted mismo los escribe... vamos, que se lo debería hacer mirar.