La inmensa mayoría de los turistas que visitan Bilbao vuelven a casa con una foto ante el esplendoroso museo Guggenheim sin haber entrado al interior.
Miles de turistas vuelven de Formentera tras exhibir los ya famosos selfies sentados en el banco del ‘Beso Beach’ etiquetando #no hay verano sin beso, y sin haberse quedado a comer.
La espectacular escultura del toro frente a la sede de Wall Street es motivo de ruta obligada en las vacaciones de cualquiera que escoja Nueva York como destino.
Y así, tantos y tantos ejemplos que, con el uso, se acaban convirtiendo en icónicos y un gran reclamo turístico. Y gratis.
En Palma no vamos sobrados de turistas por culpa de la pandemia. La situación es complicada para todos en el sector y, además de intentar subsistir, los empresarios y las administraciones tienen la obligación de empezar a pensar cómo recuperamos en el futuro el liderazgo en el mediterráneo con ideas atractivas.
Pero aquí vamos al revés. Y me refiero a la decisión del gobierno ecosociocomunista del Ajuntament de Palma, que ha ordenado al hotel Armadams ‘limpiar’ la fachada del establecimiento sobre la cual el artista palmesano José Luis Mesas ha estampado una impactante e imponente obra que ocupa toda la superficie exterior del hotel.
Es verdad que la imagen produce un gran choque a la vista cuando pasas por primera vez y lo ves. No pasa para nada desapercibido. Te puede gustar más o menos pero lo que no puede discutir nadie es que es una obra única sobre un lienzo único, y que eso puede suponer un atractivo más -solo uno más- de los muchos que ofrece la capital balear.
El equipo de gobierno de José Hila va la suya y a contracorriente. Ha ordenado la retirada de la obra (o sea, una pasadita de cal) haciendo una interpretación muy cuestionable de un artículo del plan urbanístico que ya tiene 20 años y que próximamente va a ser redactado de nuevo.
No soy quien para cuestionar los gustos artísticos de Hila y sus muchachos. Pero sí llama poderosamente la atención que esa obra de artista reconocido sea algo molesto para la ciudad a sus ojos mientras sus mismos ojos permiten tener toda la ciudad pintarrajeada con grafitis infumables, que no aportan nada y que dan de Palma la imagen de una ciudad abandonada.
¿A qué jugamos?. Si Lisboa tuviera un hotel con esta estampa que propone el Armadams, todos los turistas convertirían ese punto concreto en visita obligada de su viaje. Vale para Lisboa como para cualquier otro destino turístico del mundo.
A ver si nos aclaramos. El sol y playa no les gusta como modelo. Y a la que a alguien se le ocurre salirse del reglón, lo cosen a trabas y prohibiciones. Y eso que es un gobierno que dice ser progresista. No veo el progreso -ni la libertad de expresión por ninguna parte. Salvo para los grafiteros.