OPINIÓN

Catalanes, queréis correr demasiado

Santiago Fiol | Martes 22 de junio de 2021

Resulta a todas luces inevitable dedicar unas líneas al tema del indulto después del solo que se ha marcado el premier en el gran teatro del Liceo de Barcelona, marco inigualable para la interpretación de las obras de Wagner, pues siempre se ha dicho que Barcelona es una ciudad wagneriana, imagino y espero que como contraposición a otros maestros italianos.

No debe ser fácil, y hay que estar muy seguro de uno mismo, tener mucho cuajo, para subirse a un escenario mítico, bien podría haber escogido cualquiera de los espacios 'ad hoc' que tiene una gran capital como Barcelona, pero un individuo soberbio necesita una puesta en escena a su altura, y el Liceo es soberbio, para intentar explicar lo inexplicable. Hay que estar muy pagado de uno mismo para, cual gran Caruso, montar ese sarao. A pesar del entusiasmo del público, seguro que no ha recogido ovaciones como las de la Presidente Ayuso hace unos días, en el Real, o bises como los de los grandes tenores que le precedieron en el escenario.

El Indulto, un derecho de gracia que corresponde al poder ejecutivo cuando el poder judicial ha hablado, viene regulado en virtud de una Ley promulgada en 1870. La firma el ministro de gracia y justicia, a la sazón don Eugenio Montero Ríos. Probablemente, todo esto no les diga nada y piensen que sí, que ha pasado mucho.

En 1870, España buscaba Rey hasta la aceptación de Amadeo de Saboya. El año anterior, se aprobó y promulgó la Constitución de 1869. Teníamos un Regente, que era el General Serrano, que llegó a ofrecer la corona de España al mismísimo General Espartero, y el Consejo de Ministros lo presidía, como no, otro General, catalán y que me ha prestado el título de hoy, don Juan Prim y Prats, asesinado ese mismo año. (El Almirante Hila con este párrafo debe encontrarse en su salsa).

España aún tenía bajo su corona las colonias de Cuba y Filipinas, entre otras. Era un imperio en decadencia, pero un imperio al fin al cabo. Y que gobierno tras gobierno han desempolvado para sus intereses confesables e inconfesables. Ese era el escenario en el que se promulgó la Ley de Indulto.

Nunca había reflexionado sobre el derecho de indulto como hasta ahora, pues se solía otorgar en situaciones manifiestamente injustas, tan injustas en alguna ocasión que el tribunal condenador solicitaba la tramitación del indulto. La realidad es que ante un tribunal que ante determinados hechos delictivos debe condenar, pero no dejar de ver que ante la situación real del condenado procede corregir esa situación y de ahí la existencia del indulto.

Soy consciente de que todos los partidos que han pisado la moqueta de la Moncloa lo han usado con fines políticos y para obtener algún tipo de ventaja. Mal hecho. Ese uso me parece en fraude de Ley y de dudosa constitucionalidad.

Es larga la lista de los beneficiados por los gobiernos precedentes al actual, pero no por el hecho de que llevemos cuarenta años haciendo las cosas mal estamos ante un derecho adquirido y podemos seguir haciendo las cosas mal.

Creo que los condenados por sedición no lo fueron por sus ideas, sino por sus hechos, y alguno de ellos ha manifestado que lo volvería a hacer; dudo que en estas circunstancias nadie merezca la gracia del Gobierno de la Nación. Es obvio que si quien así se manifestase, en lugar de un sedicioso, fuese un asesino de mujeres, un homófobo, un violador, o un militante de un partido nacional socialista, estaríamos hablando de la realidad del indulto.

En unas horas, probablemente hoy, un gobierno sectario que solo atiende los pagarés que ha firmado para mantenerse en el poder, y dando la espalda a toda esa España que la Constitución de 1978 llama soberanía nacional, va a tomar una decisión temeraria, en fraude de ley, con evidente desviación de poder y de muy dudosa constitucionalidad.

Según Hacienda, España somos todos, hasta que una Letrada, jugando a la política y haciendo un ridículo reprobable, dijo que solo éramos algunos; cedió su prestigio profesional por salvar a una infanta. Qué triste y que pena de jurista. Les digo esto porque parece que el tenor Sánchez Castejón ha olvidado que canta para toda España y no solo para los privilegiados (le recomiendo al Almirante Hila que busque el origen latino de esta palabra, le dará gracia) del noreste de España.

Conceder este indulto es un error, pues ni los independentistas estarán satisfechos, pues quieren la impunidad total a través de la prohibida amnistía, ni el resto de España no independentista aceptará esa situación, por injusta y discriminatoria. El PNV ya está llamando a la puerta pidiendo qué hay de lo mío, pero esos juegan a otra liga.

Y, ¿saben una cosa? En mi humilde opinión, sí, el Rey debe firmar, aunque con la mano izquierda se tape la nariz por el hedor que emite el BOE que le ponen delante, una peste casi tan repulsiva como el de una playa de Palma.


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