Año 2021, un estado de la Unión Europea acaba de prohibir que los menores de 18 años vean Harry Potter, Billy Elliot y Friends así como que tampoco reciban clases de sexualidad. El motivo es su presunto contenido LGTBI. Ahora que está tan de moda la palabra “distopía”, vemos como muchos minusvaloraron la acción política de la ultra derecha más retrógrada. Llevaba mucho tiempo anunciándose y aquí lo tenemos, en el corazón del continente y en el corazón de la institución que inició Robert Schumann tras la Segunda Guerra Mundial. Sin duda, la ley aprobada en Hungría por Viktor Orbán colisiona frontalmente con el espíritu de la declaración del ministro francés de Relaciones Exteriores.
El mensaje que emana de la regulación aprobada por Fidesz y Jobbik es extremadamente formidable: ser homosexual es una opción mala, y por ello hay que proteger a los niños de tal influencia; lo bueno es ser heterosexual, y hay que evitar propiciar ningún tipo de desvío en los menores de edad. Además de partir de la equivocada posición de que “el gay se hace”, se está propiciando que quien lo sea prefiera esconder su situación ante un gran riesgo de estigma social.
Sin duda se trata de un claro retroceso que atenta claramente contra los Principios de Yogyakarta sobre la Declaración Universal de los Derechos Humanos y contra el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (CEDH). Para que luego los haya que digan que no tienen motivo las manifestaciones y las protestas porque nadie ataca el colectivo LGTBI.
Y lo más triste de todo es que nos tememos que los pilares ideológicos de la Unión Europea no serán lo suficientemente fuertes y que la Comisión y el Parlamento agacharán la cabeza por temor a las represalias que pudiera emprender Orbán en materia de control migratorio.
Ser gay o lesbiana es una opción como ser heterosexual. Ni mejor ni peor. Y a quien tema que es un peligro para la perpetuación de la especie humana que haya un elevado porcentaje de población homosexual, cabe recordarle que afecta mucho más la dificultad de inserción laboral de las madres, ¡Esto sí que reduce la natalidad!