Es necesario que los órganos de dirección de todos los estados lleven a cabo políticas públicas que propicien la sostenibilidad medioambiental del planeta. Esto va por descontado. Sin embargo, ello tiene que llevarse a cabo con acciones posibilistas y de incentivo
Los nuevos peajes de la electricidad que eliminan las tarifas planas de las facturas y establecen unas franjas horarias de puntas y valles sangrantes, aunque se puedan justificar en el loable objetivo de evitar puntas de consumo, lo único que provocan es un nuevo desazón entre la población. Todas las actividades de consumo eléctrico que habitualmente realizamos están comprendidas, ¡oh casualidad! en las horas punta. Y claro, uno puede decidir (previa inversión), que ciertos electrodomésticos se pongan en funcionamiento durante la madrugada, incluso suplir el uso de otros aparatos por medios más tradicionales como por ejemplo lavar a mano en lugar de poner el lavavajillas, pero no se nos puede exigir no tener la nevera enchufada todo el día, no cocinar a la hora de la cena, o no poner el aire acondicionado a medio día que es cuando el sol más arrecia. No, ahora parece que todo se tiene que hacer a las dos de la madrugada, momento en el que necesitamos estar en la cama si se pretende que al día siguiente rindamos en el trabajo.
La nueva norma sería más aceptable si el acceso a las energías renovables fuera más factible y asequible. Cualquiera que lo haya intentado sabe que para realizar una instalación de placas solares en un edificio que no es de nueva construcción se requiere un esfuerzo inversor cuyo consumo posterior y mantenimiento no compensan. Además, de momento no está interesando que el rendimiento de estas instalaciones sea comparable a la energía tradicional. Estamos en un estadio en el que el uso cotidiano de este tipo de instalaciones todavía genera inconvenientes a pesar de que están muy desarrolladas técnicamente, basta recordar que la Estación Espacial Internacional se alimenta básicamente de energía solar. Cuando se prohíbe comer carne hay que procurar que al menos haya pescado en el mar.
Llevamos un año de cinturones estrechos casi a la máxima expresión, en el que hemos visto cómo la factura de la electricidad no actuaba en consonancia con el estado financiero de los ciudadanos. Todos, o casi todos, hemos tenido que hacer sacrificios y los empresarios también han necesitado ajustar precios para mantener los negocios a flote. En cambio, la factura de la electricidad ha subido un 15% en un año. Y, como todos sabemos la lista de expolíticos de todos los colores que han recalado en los consejos de administración de las grandes compañías eléctricas, nos cuesta creer que todo sea fruto de la casualidad.