Menuda campaña. La percepción que el debate político se ha trasladado a un escenario alejado de los problemas de la gente resulta inquietante.
¡Qué capacidad para embarrar el campo de juego¡ ¡Qué habilidad para confundir al ciudadano!. ¡Qué potencialidad para identificar el mensaje perturbador y expandirlo¡. ¡Qué dotes para conseguir apoyos electorales a base de argucias comunicativas! ¡Qué maestría para exprimir tópicos ideológicos como permanente baza política! ¡Qué astucia para rentabilizar la confrontación a base de conceptos vacuos al servicio de objetivos ruines!
Sin embargo, debemos convenir, que los ciudadanos están cada vez más informados. Son plenamente conscientes de lo que se juegan a título individual y colectivo.
En algunas comunidades se nota una orientación del voto cargada de sentido común y responsabilidad. En la sociedad se ha desarrollado una especial sensibilidad para detectar el engaño y castigarlo. Un claro desprecio al charlatanismo como ardid político.
Por otro lado se visualiza un notorio aprecio a los liderazgos proactivos y a los candidatos con personalidad propia. Un desconocido e indubitativo posicionamiento del Consejo de Estado y del Consejo General del Poder Judicial ante los indisimulados intentos del ejecutivo de desvirtuarlos.
Algo se debe estar haciendo mal cuando las instituciones son vistas, por los ciudadanos, desde hace unos meses, como un problema muy importante. Un problema tan diáfano que lo ha detectado hasta el CIS.
Dejemos votar en paz. El sufragio en libertad es la fiesta de la democracia; y los ciudadanos, son más sensatos que quienes les representan. Buen finde.