Con la llegada (muy deficiente aún) de las vacunas, se abre un horizonte que empieza a definir los escenarios que pueden hacer posible una temporada turística en Baleares el próximo verano.
Angela Merkel y las autoridades europeas ya anuncian que el pasaporte europeo de vacunación será una realidad este verano. Baleares incluso se ha ofrecido para aplicar un plan piloto en las islas para su correcta aplicación.
El pasaporte o certificado de vacunación debe ser la gran herramienta, la gran solución para un turismo seguro mientras nos siguen pinchando en el brazo hasta llegar a la inmunidad de rebaño. Esto quiere decir que nos podrán visitar aquellos turistas que certifiquen haber recibido las vacunas prescritas o que sean inmunes por haber pasado el coronavirus. Está en estudio si se incluye en las posibilidades a aquellas personas que -como en la actualidad- presenten un PCR negativo realizado 72 horas antes del viaje.
Esta vez sí parece que hemos encontrado la herramienta que permitirá los viajes. Pero el turismo no es solo el viaje. Luego está el alojamiento, el ocio, el paseo, la playa y el consumo de bienes en el destino. Y aquí entra en juego un elemento del que se habla poco pero que debería empezar a ser regulado. Se trata del derecho de admisión tanto para turistas como para residentes. Y más vale que nos vayamos haciendo a la idea.
El derecho de admisión se aplica de forma general cuando el titular excluye a terceros el acceso a su establecimiento público, debido a diferentes motivos. Deben existir razones objetivas y no subjetivas, por lo tanto, no se puede negar a nadie el acceso sin motivo alguno. Debe estar razonado que puede afectar al desarrollo del espectáculo, actividad o vulnera la normativa vigente. En algunas actividades y espectáculos se requiere por ley que se interponga unas condiciones de admisión.
De forma general se deberá limitar el acceso cuando:
-- Llegue el horario de cierre.Pues bien, una solución para hacer seguro el consumo en restaurantes, la entrada en tiendas, el uso de transporte público o el acceso al ocio nocturno, debería pasar también por ampliar los supuestos de la reserva del derecho de admisión a la certificación de los mismos requisitos que se pueden para volar entre países de la UE (pasaporte de vacunación, inmunidad post-COVID). Para ello, toca al Govern (autoridad competente para regular este derecho del propietario del espacio) ponerse en marcha y adaptar la normativa que excluiría de la admisión al que no de fe de su inmunidad al coronavirus.
La reserva del derecho de admisión a los no vacunados (o no inmunizados) puede entenderse además como una fórmula de mantener la seguridad y la actividad sin entrar en la siempre discutible jurídicamente obligatoriedad de la vacunación. O lo que es lo mismo: Te doy la vacuna, y si no la quieres, no pasa nada, nadie te obliga. Pero no podrás ir en avión, en bus, entrar a un restaurante, divertirte en una discoteca.
La reserva del derecho de admisión aparece, pues, como una solución nada despreciable sin menoscabar los derechos fundamentales incluso de los insolidarios que rechazan la vacuna. Por suerte, cada vez serán menos.
En definitiva, no nos iría mal un poco de imaginación y regulaciones concretas para tocar con las manos la recuperación que todos deseamos y necesitamos.
Frase que he repetido desde esta tribuna en las últimas semanas: “para esto, aún estamos a tiempo”. En verano veremos.