OPINIÓN

Organizando la revolución

Francisco Gilet | Miércoles 30 de septiembre de 2020

Mientras unos parece que se van, otros parece que vienen. Sin duda alguna, ni el masón Zapatero, ni el fraudulento doctor Sánchez, ni muchísimo menos las “intelectuales” Calvo y Lastra, se imaginaban que la manida Ley de memoria democrática, tuviese el alcance que una iniciativa de Vox le está adjudicando. El nombre de un presidente de la República, nefasto hasta la guerra civil, el Lenin español, Largo Caballero, puede desaparecer del callejero madrileño. También se intenta con otro personaje, un socialista abrazado al comunismo, instigador, dicen, de la muerte del jefe de la oposición José Calvo Sotelo. Seguramente, la Calvo y la Lastra, se deben rasgar las vestiduras ante semejante atrevimiento por parte de las sedicentes fuerzas ultraderechistas que amenazan el buen nombre de quién gritaba; “... la clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”.

Y si este revolucionario puede ser echado, a Fernando Simón, alguien, seguramente socialista y baturro, desea elevarlo a la categoría de hijo de Zaragoza. Es decir, que, a un mentiroso compulsivo, a un supuesto portavoz de la verdad, a un presuntuoso adalid de la trasparencia, ahora, sus colegas instan equipararlo a Labordeta, Costa, Lagasca, Fleta o al mismismo Buñuel. Así está el país y sus políticos que echan mano de personajes que, ni tan siquiera, tienen el fuste de ir decente y adecuadamente vestidos, sin un mal peine que llevarse a su pelambrera.

Naturalmente, esto en un problema o cuestión menor, pero todo un síntoma de que le importa poco lo qué dice o cómo lo dice, siendo completamente normal, para él, desdecirse o meterse un dedo en la nariz como demostración de que no hay motivo de preocupación dado que, dos docenas de expertos asesoran al político Illa.

Después resulta que tal equipo no existe y que no dio sus nombres para no ser hostigados por la prensa.
Hostigamiento absolutamente imposible al tratarse de una mentira.

Mentira, mentira y más mentira. Este es el mantra del gobierno Sánchez e Iglesias, un gobierno que pretende romper todo cuanto sustenta una democracia, un Estado de Derecho, y lo está consiguiendo. Colocando con total nepotismo a sus fieles en los puestos claves de los tres poderes, está a la espera, aunque activamente, de la quiebra de la sociedad española, tanto económica como socialmente.

Está repetido hasta la saciedad; acumular todo el poder es su objetivo y a tal fin destina todos sus esfuerzos y todo nuestro dinero. La fiscalía general, la economía, la salud, el libre pensamiento, la movilidad, la enseñanza privada, la judicatura, la televisión, el organismo estadístico, las fuerzas de seguridad, el régimen fiscal, el sistema autonómico, la propiedad privada, el derecho de manifestación, todo lo ha infestado de sectarismo un gobierno que exhala totalitarismo por todos sus poros.

Y ya en la senda del éxito se ha atrevido a ir a por la monarquía. Una simple llamada telefónica de pura cortesía ha provocado un aluvión de críticas y acusaciones próximas al delito de traición a la democracia. Iniciadas por un inútil ministro comunista, lelo hasta el cansancio e inútil como un frigorífico en la Antártida. A este personaje, le importa un comino que el consumo siga cayendo camino de una deflación, mientras él pueda lucir ministerio, coche oficial y llamar fachas a todos los que no piensan como él. Como tampoco le interesa ni a él ni a sus veinte tantos colegas ministeriales que la deuda que en 2018 estaba en 97,6% del PIB, ahora esté en el 115,34%, según datos del Banco de España. Que ya haya llegado a 133.875 millones de euros, y siga creciendo, lo cual es tanto como decir que cada españolito, con tantos chupópteros del presupuesto, cargue con 2.829 euros de deuda, y subiendo. Todos ellos viven felices esperando que el ideólogo áulico les dé el argumento preciso para salir airoso de una pregunta complicada. Ellos a lo suyo, y a descalificar, con todo cuanto tienen a mano, al enemigo, que de eso se trata, aunque España esté caminando hacia la quiebra. Y mientras España se cierra, se alquila o se traspasa, el gobierno de Sánchez espera que el maná de Europa le salve de
su estrepitoso fracaso.

Ni ha dado respuesta cabal a la pandemia ― los números cantan ― ni ha dado solución a la crisis sanitaria traspasándola a las autonomías, ni está atendiendo a los empresarios de todos los sectores, especialmente el turismo, ni muchísimo menos nos da esperanza de que tenga algo en su cerebro capaz de aliviar la tasa de desempleo del actual 15 %. O de dar solución laboral a los 800.000 españoles acogidos a un ERTE Nada de eso es importante; solamente, el feminismo, la eutanasia, la ideología de género, el franquismo y el Valle.

Mientras más pobreza, mientras más inopia, tanto mejor; la revolución necesita de ese caldo de cultivo para triunfar, la podredumbre de la sociedad y el servilismo al Estado. “La revolución no se hace, sino que se organiza”, decía Lenin, y, efectivamente, en ello están. Quizás sea conveniente recordar a Blas de Lezo, cuando proclamaba; “Una nación no se pierde porque unos la ataquen sino porque quienes la aman no la defienden”. Pero…, ¿qué van a saber la comunista Díaz o la “intelectual” Lastra quién fue ese vasco?


Noticias relacionadas