A principios del mes de julio, en plena desescalada y con un Plan Piloto para el turismo internacional como motivo para la esperanza del sector turístico, asistí como invitado a la primera actividad presencial organizada tras el confinamiento por APD, la Asociación para el Progreso de la Dirección de Baleares.
Respetando estrictamente las normas de seguridad, acudieron a la cita directivos y CEO de múltiples empresas turísticas de Mallorca. Tocaba conocer las previsiones, entre otros, del director del aeropuerto de Palma y de la directora de Turismo del Govern, entre otros actores. Recuerdo nuevamente que el acto tuvo lugar al principio del verano, en el mes de julio, y con la planta hotelera aún cerrada por esas fechas.
El moderador del acto saludó a los asistentes con un elocuente “estoy contento de volver a ver a representantes de estas empresas, seguramente más endeudadas que la última vez que nos vimos”.
Y era cierto. Las empresas y los autónomos han entrado en una clara e imprescindible fase de endeudamiento. Una carga financiera para respirar por falta de ayudas estatales pero que a la vez es muy peligrosa si la situación no vuelve pronto a la antigua normalidad. Las deudas hay que pagarlas. En el mejor de los casos, acompañarán a las cuentas de resultados de las compañías durante mucho tiempo.
Ahora les propongo que cambien en todo lo leído hasta aquí el concepto “empresas” por el de “trabajadores de esas empresas actualmente en ERTE”. El endeudamiento está siendo la única escapatoria para todos. Empresarios y también trabajadores.
Según datos difundidos esta semana por el Banco de España, sólo se ha reactivado el 42% del empleo perdido durante la crisis del covid. Según la misma fuente hoy hay 800.000 trabajadores que siguen en ERTE. Puedo añadir que el dato de 800.000 trabajadores en ERTE es engañoso porque este mes de septiembre volverán rebotados al ERTE todos aquellos que han visto la mini-temporada mutilada por los rebrotes y restricciones internacionales.
Con todo esto sobre la mesa, la ministra podemita de Trabajo, los empresarios y los sindicatos han iniciado las negociaciones para las condiciones de la prórroga de los ERTE, que por cierto finalizan el 30 de este mes.
Yolanda Díaz es la ministra que acuñó la frase “los ERTE han venido para quedarse”. Por tanto, y asumido el contenido de tal afirmación, no se entiende que ahora quiera cambiar las reglas de juego a mitad de la partida. Reducir la prestación de los ERTE del 70% al 50% de la base reguladora es una muy mala solución, además de injusta. Está en sus manos resolver esa anomalía que viene de la reforma laboral del PP, aplicable a los parados. Los ERTE son otra cosa y hay que resolverlo.
Lo realmente llamativo es su propuesta de que los nuevos ERTE resten tiempo de paro; es decir, que no se les ponga ya el contador a cero cuando en el futuro engrosen las listas del INEM. Otro cambio de regla durante el juego. Eso es hacer trampas. Además, obligaría al Gobierno a contabilizar a los ERTE como parados.
Es rigurosamente cierto que los subsidios los pagan todos los españoles. Los de los parados y los de los ERTE. Por eso mismo, y porque el coste es elevado, quizás sería más interesante cambiar de plan. Es decir, activar un plan de rescate para las empresas afectadas por el virus (cerradas o mutiladas en su actividad) con la condición de que se activen cuanto antes y saquen del ERTE (del subsidio) a sus empleados. Se trata de fomentar la reactivación de la economía y el empleo y no del subsidio.
Esto explicado con un ejemplo nos llevaría a esa empresa con X trabajadores en ERTE que exige que se prolonguen hasta el mes de abril porque en hibernación sí puede aguantar. Sin embargo, si a esa empresa se le aplica un rescate económico a cambio de adelantar a enero la recuperación de trabajadores, esta empresa adelanta su actividad, su posicionamiento y la preparación de la temporada, todo al tiempo que le ahorra al Estado el pago de sus cuotas a la Seguridad Social y las prestaciones del ERTE de sus trabajadores.
Muchos ERTE cumplen 6 meses en esta situación y no hay fecha para su vuelta a la actividad. ¿Saben ustedes lo que supone eso?. Incertidumbre y deudas que se acumulan.
Como en la crisis de 2008, vuelven a escena los padres y los abuelos. Aquellos abuelos que con su pírrica pensión mantenían a hijos en paro y a sus nietos. Aquellos abuelos que llenaban los informativos por lo que suponía esa situación socialmente.
Los abuelos han vuelto -con sus mínimas pensiones- al rescate de sus descendientes. Ahora no son parados, son ERTE. Sus ERTE.