Miércoles 13 de mayo de 2020
El Gobierno central ha acordado que los viajeros que vengan a España desde el extranjero deberán guardar cuarentena los 14 días siguientes a su llegada. La orden del Ministerio de Sanidad publicada este martes en el Boletín Oficial del Estado (BOE) indica que la medida será efectiva a partir del próximo viernes y estará vigente durante el actual estado de alarma y sus posibles prórrogas.
Con esta decisión, España sigue la estela de gran parte de los países de nuestro entorno, que han venido estableciendo periodos de cuarentena de 14 días a los viajeros que entraban en sus territorios. La instrucción entra en vigor con efectos sobre cualquier viajero internacional, independientemente de los motivos de su viaje a España con un formato similar al del confinamiento que ha vivido el país durante las primeras semanas de estado de alarma. Es decir, los visitantes deberán permanecer en el domicilio o alojamiento, debiendo limitar sus desplazamientos a la compra de alimentos, medicinas y productos de primera necesidad, a la asistencia a centros, servicios y establecimientos sanitarios, y otros desplazamientos necesarios por motivos de fuerza mayor o ante una situación de necesidad.
No es un aislamiento al estilo de la Isla de Ellis como el impuesto a los inmigrantes que llegaban a Estados Unidos a principios del siglo XX, pero no deja de llamar la atención la adopción de este tipo de medidas -que, sin duda, persiguen la mayor contención de una pandemia que aún persiste- cuando lo que se demanda es la apertura del tránsito entre países y mientras la Unión Europea aún tiene que marcar unas pautas generales de actuación sobre el asunto.
De hecho, la Comisión Europea no parece ver con acierto este tipo de decisiones unilaterales, según se desprende de la demanda hecha a todos los países que han optado por esta medida para que la apliquen estrictamente con criterios epidemiológicos y científicos. No tienen sentido otro tipo de criterios ni de acuerdos particulares entre países como el adoptado por Francia y Reino Unido, quienes excluyen de la cuarentena a sus nacionales que viajen entre ambos países.
Por una parte, este tipo de restricciones a la libertad de movimientos deben cumplir con los principios de proporcionalidad y no discriminación, y nunca deberían aplicarse por criterios subjetivos o de conveniencia política. Por otra, la medida no debería interferir en el desarrollo de la industria turística que necesita del libre tránsito entre países y sufriría serios inconvenientes si los turistas han de confinarse en los destinos. Medidas de este tipo pueden tener sentido en casos de cambios de residencia, si se trata de largas estancias, o si los viajeros proceden de países de alto riesgo; nunca en los casos de turistas que contratan unas vacaciones de apenas unos días o pocas semanas.
Para estos últimos casos, es imprescindible establecer corredores sanitarios con controles en origen y seguridad en el destino. Lo mismo que Europa dice pretender, pero no acaba de concretar.
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