OPINIÓN

Diario de un confinado: Ir al baño

Josep Maria Aguiló | Domingo 19 de abril de 2020
Nunca me había lavado tanto las manos ni duchado con tanta frecuencia como ahora. Por favor, no me malinterpreten, no es que antes no siguiera unos muy estrictos y necesarios hábitos diarios de higiene personal, sino que estos días los he potenciado al máximo, siguiendo al pie de la letra las sabias recomendaciones de los expertos. Ahora mismo, estoy ya temblando sólo de pensar a cuánto ascenderá la próxima factura de Emaya.
Teniendo en cuenta que es posible que lean este artículo mientras estén desayunando, pasaremos ahora de puntillas sobre otro de los motivos por los que solemos entrar al cuarto de baño con mayor o menor frecuencia. Como habrán adivinado ya, ese motivo tiene que ver básicamente con nuestro ritmo intestinal, que es posible que estos días esté sufriendo algunos pequeños cambios, vinculados a la modificación de nuestras rutinas y a algunas variantes en nuestra alimentación. Lo importante en este caso concreto, como en tantos otros en la vida, es intentar mantener siempre una cierta regularidad, solidez y uniformidad en todos los aspectos.
Por otra parte, podemos recordar hoy también que el baño suele ser, asimismo, un buen lugar para mirarnos valientemente cada día ante el espejo, en especial justo después de levantarnos de la cama. Es una de nuestras costumbres más arraigadas desde siempre. Aun así, y a diferencia de lo que ocurría en la película «Blancanieves y los siete enanitos», a nuestro espejo nunca conviene hacerle ninguna pregunta sobre la magnitud de nuestra hipotética belleza, ni antes ni ahora, porque su respuesta podría ser algo desagradable e incluso un punto hiriente en la mayoría de los casos.
Por suerte, en los cuartos de baño también podemos acicalarnos y pulir esas tres o cuatro cosas que quizás no nos agraden de nuestro rostro, para intentar estar luego luminosos y radiantes a la hora de salir de casa. En paralelo, estos días es importante también arreglarse mínimamente y ponerse una ropa de vestir que nos favorezca, sencilla, pero adecuada, aunque sólo salgamos para ir al súper, pasear a nuestra mascota o tirar la bolsa de la basura, pues, como diría la gran Coco Chanel, «la simplicidad es la clave de la verdadera elegancia».

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