Josep Maria Aguiló | Domingo 12 de abril de 2020
Los consejos de higiene que nos están dando estos días los más eminentes científicos y epidemiólogos de todo el mundo para prevenir un posible contagio por coronavirus son, esencialmente, los mismos que nos daban ya nuestros abuelos cuando éramos niños. Ya entonces, nuestros yayos siempre nos decían que teníamos que lavarnos bien las manos con agua y jabón después de ir al baño o antes de comer. Del mismo modo, nos recomendaban también limpiar y desinfectar la casa con lejía, airear bien las habitaciones cada mañana o limitar los contactos personales cuando alguien de la familia se encontrase mal. Y además nos querían y nos daban siempre chuches y caramelos.
En cierta forma, durante el actual confinamiento estamos confirmando algo que ya sospechábamos durante nuestra infancia, que nuestros abuelos casi siempre tenían razón, incluso cuando a veces no la tenían. Otra faceta positiva que hoy podríamos destacar también de ellos sería su habitual labor de mediadores entre nosotros y nuestros padres cuando se desataba algún conflicto familiar, es decir, duro y prebélico. Su posición normalmente moderada y centrada, que intentaba encontrar siempre puntos de acuerdo entre dos posiciones a veces extremas, solía dar habitualmente muy buenos resultados. Por suerte, ahora mismo debe de seguir siendo también así en muchos hogares.
Nos acordamos también ahora de nuestros abuelos cuando en los medios de comunicación los mejores dietistas y endocrinos nos insisten en que debemos intentar hacer una dieta sana y equilibrada mientras dure esta cuarentena. Precisamente, fue gracias a nuestros «padrins» cuando descubrimos por vez primera las muchas bondades de la dieta mediterránea, que en Mallorca y en el resto de España solía incluir también, felizmente, la dulce presencia de algún maravilloso postre.
Los niños de entonces, somos los mayores de ahora, aunque no todos seamos ya abuelos, ni cocinemos tan bien, ni tengamos la casa siempre limpia, ni acertemos normalmente con nuestros consejos. Al mirar hacia atrás, sólo ahora nos damos cuenta de que en algún instante del pasado seguramente nos dejamos engatusar demasiado, ay, por los cantos de sirena de la posmodernidad y de un idealizado progreso.
Noticias relacionadas