OPINIÓN

Diario de un confinado: Mi primera mascarilla

Josep Maria Aguiló | Miércoles 08 de abril de 2020
Hasta hace unas semanas, a lo largo de mi vida sólo había usado mascarilla en una sola ocasión. Fue hace algo más de treinta años, cuando con mi hermano Joan rehabilitamos y pintamos la casa de un muy buen amigo. Si la memoria no me falla, que a veces me falla un poco ya, creo que compramos nuestras dos mascarillas en la mítica Ferretería Mateo. En aquella época, yo creía que existían esencialmente sólo tres tipos de mascarillas, las que usaban los médicos y los enfermeros en los quirófanos, las que empleaban los técnicos de mantenimiento en las obras y las que llevaban algunos turistas japoneses de viaje por Europa para protegerse de la contaminación.

Ha sido sólo ahora cuando muchos de nosotros hemos aprendido que en realidad existen muchos tipos de mascarillas y también que unas protegen algo más que otras. Así, estamos empezando ya a distinguir, por ejemplo, entre mascarillas desechables y reutilizables, con filtro o sin él, de tela o de papel, sanitarias o higiénicas. También hemos podido constatar estos días que, por diversas razones, durante varias semanas no hemos dispuesto en nuestro país de todas las mascarillas que hubieran sido precisas, en especial y de forma prioritaria para el personal sanitario. Por ese motivo, como dirían nuestros añorados Tip y Coll convencidamente, la próxima semana hablaremos del Gobierno.

Dicho esto, es verdad que poco a poco empiezan a llegar ya cada vez más mascarillas. Yo mismo pude conseguir por fin mi primera mascarilla el pasado fin de semana. Me la regaló de forma inesperada un amigo cocinero, al que yo equiparé, agradecido, con el buen samaritano. Hasta ahora, sólo me la he puesto una vez, a la espera de saber si la puedo reutilizar, si es conveniente lavarla o si debería llevarla siempre y en todo momento. Si yo fuera algo más mañoso, seguramente intentaría hacer varias mascarillas en casa, pero me temo que soy una de esas personas que, para entendernos, nunca será ni siquiera preseleccionada para ir a concursar al programa «Maestros de la costura».

Cuando todo esto termine, tal vez las mascarillas se acaben convirtiendo finalmente en tendencia, como un complemento esencial más en nuestro fondo de armario, más allá de su posible nueva función preventiva. A lo mejor incluso habrá mascarillas de verano y mascarillas de invierno, cuyas líneas maestras se renovarán cada temporada en lo referente a su forma, tejido o color. Puestos a imaginar, no debemos descartar que dentro de un tiempo haya también mascarillas específicas y adecuadas para cada ocasión: para ir a comprar, para visitar un museo, para acudir a una fiesta glamurosa, para tener momentos de intimidad o para recibir en cualquier lugar la llegada del Año Nuevo.

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