Desde que empezó el actual confinamiento, poco a poco he ido conociendo los gustos musicales de varios de los vecinos de mi manzana. No es que ahora me comunique más con ellos y les pregunte desde mi balcón por sus preferencias en relación a solistas, grupos, orquestas o cantantes de ópera, sino que afino un poco más el oído ya desde primera hora de la mañana, que es cuando suelo escuchar las primeras interpretaciones.
Una cosa que me gustaría destacar y hasta elogiar de esos vecinos melómanos es que tienen unos gustos musicales muy distintos y variados. Así, los hay que son unos entusiastas de las sevillanas y que además gustan de escucharlas preferentemente antes del mediodía. Otros se inclinan más bien por las bachatas románticas, sobre todo a primera hora de la tarde. Como era de esperar, no faltan tampoco los amantes de los grandes éxitos del pop de los ochenta y los noventa, que no suelen tener una hora fija para hacernos partícipes de lo mucho que disfrutan escuchando esos temas hoy ya clásicos.
Paralelamente, he podido descubrir también que hay vecinos que han decidido hacer estos días sus propios pinitos musicales con los instrumentos que tienen en casa, por ejemplo tocando la guitarra, la armónica o el saxofón. Por lo que he podido deducir hasta ahora, la mayoría de ellos estarían aún en una fase inicial de aprendizaje. Aun así, si el actual confinamiento se prolongase aún algo más, no descarto que en unas pocas semanas todos ellos acaben convirtiéndose finalmente en unos auténticos virtuosos.
Por lo que respecta a mis gustos musicales, yo diría que siempre han sido bastante eclécticos, también ahora. En realidad, yo diría que soy bastante ecléctico —léase moderado y contemporizador— en casi todo. Pero si tuviera que citar hoy alguna de mis preferencias, diría que lo que más me gusta estos días es poder escuchar el armonioso canto de los pájaros de madrugada y los emocionados aplausos de mis vecinos al anochecer.