OPINIÓN

Crisis en forma de letras

José A. García Bustos | Sábado 28 de marzo de 2020

La crisis sanitaria ha desembocado en una crisis económica por la paralización a la que se han visto obligadas la oferta y la demanda. Ni podemos salir a comprar ni pueden abrir la mayoría de los establecimientos. Haciendo un símil sanitario, estamos en estado vegetativo.

El virus lo venceremos aunque sus efectos psicológicos y económicos tardarán en desaparecer. Y todo porque venimos de una situación delicada porque la crisis de 2008 aún no se había dejado atrás del todo. Algunos indicadores económicos se habían conseguido maquillar con inyecciones de dinero proveniente de la compra de deuda soberana.

Ese dinero inyectado, ahora en cantidades nunca vistas, debería ir a ayudar a autónomos y pequeñas y medianas empresas, tocadas por esta parálisis. Los bancos deberían facilitar la transmisión. El objetivo es no detener la cadena productiva y con los ingresos de las ventas poder pagar salarios, proveedores y resto de acreedores. Pero la producción tiene que tener una contrapartida en forma de demanda. Los trabajadores, a la vez que consumidores de otros productos y servicios, con los ingresos de sus nóminas podrán aumentar el consumo privado y volver a dotar a la economía de cierto dinamismo. Lamentablemente habrá parados por el camino que también necesitan ayuda para consumir y subsistir hasta la búsqueda de empleo. Una menor presión fiscal (no un aplazamiento, como se pretende) para empresarios y autónomos sería bienvenida y facilitará el mantenimiento de las plantillas de trabajadores.

Si algo nos ha enseñado este confinamiento es que el dinero necesita moverse. El gasto de unos es el ingreso de otros y cuanto mayores seran éstos más solvencia tendrán quienes lo obtengan de cara a los bancos que les prestarán más dinero para invertir y crear empleo, poniendo en marcha la rueda de la economía, de nuevo. Sin gasto no hay ingresos ni empleo.

Estos días, en casa, no gastamos más allá que en la compra en el supermercado o empresas que ofrecen venta a domicilio. Éstos están haciendo su agosto. El resto de comercios están haciendo ERTEs.

Algunos economistas piensan que una vez levantada la cuarentena habrá cierta euforia por volver a consumir y piensan que la recuperación de la crisis actual tendrá forma de V, en representación de la curva descendente inicial con una rápida recuperación de la economía. Seguramente que los restaurantes, bares y cafeterías experimentarán algo así. Aunque en su política de precios deberán tener en cuenta que los clientes serán más sensibles al precio en los próximos meses.

El confinamiento ha hecho que valoremos y deseemos volver a tomar un café o una cerveza con familiares y amigos. La intensidad de la recuperación dependerá del poder adquisitivo de los consumidores tras la previsible pérdida de riqueza y puestos de trabajo.

Otros economistas, sin embargo, abogan por una recuperación en forma de U, es decir, con una recuperación más tardía, con una fase plana que dure uno o dos años.

Otros economistas ven una recuperación en forma de L, es decir, con una fase de recuperación muy tardía. La fase de crecimiento nulo podría durar varios años o incluso décadas.

Los gobiernos están emitiendo anuncios poco creíbles como que en dos meses todo habrá acabado.

Mi opinión es que vamos a vivir una recuperación en forma de U porque esta crisis va a tocar el bolsillo de muchos españoles durante bastante tiempo y además va a cambiar ciertos hábitos de demanda que requerirán de cierta adaptación de la oferta. Por ejemplo, el sector turístico, motor de nuestras economías, a corto plazo no va a ser el viento de cola que siempre ha favorecido la salida de las crisis, sino todo lo contrario.

No tengo dudas de que dentro de un par de años volveremos a viajar sin miedo pero hasta entonces puede perder su potencial acelerador porque para cuando se haya levantado el confinamiento, la temporada turística de este 2020 corre peligro de haberse perdido del todo, tanto por las fechas en que eso ocurra como por el hecho de que continúe el miedo a viajar confinado en buques y aeronaves, si no se da por exterminado el virus. Recuerden que tras las crisis de las vacas locas estuvimos un tiempo sin consumir carne de vacuno. Hoy ni nos acordamos.

Una temporada turística perdida podría generar mucho desempleo por el efecto multiplicador en multitud de negocios situados en la órbita del turismo (hoteles, restaurantes, souvenirs, locales de ocio, etc). Son muchos meses de descenso en la actividad y el empleo relacionados con todos ellos hasta que llegue la siguiente temporada turística en 2021.

Como ahora asociamos los desplazamientos a larga distancia con la expansión del virus, quizá sea la oportunidad para cambiar de estrategia y fomentar el turismo nacional y el de cercanía a costa del descenso del que viene de lejos. Ávidos del disfrute en familia y de salir una temporada de los hogares tras la reclusión forzosa, los hoteleros deberían orientar su oferta al público local y ofrecer durante todo el verano ofertas o paquetes para los residentes. Lo mismo para el turismo vacacional.

Avancemos en el abecedario en cuanto a esta crisis se refiere. Hagamos entre todos que esta crisis en forma de U se parezca más a una V. Lo conseguiremos mediante la Unión de todos para Urdir al Unísono y de forma Unidireccional un Ultimátum contra el Virus y ataquemos su Vulnerabilidad mediante una Vacuna que favorezca la Vuelta a la Vida de antes para, cuanto antes, cantar Victoria.

Aunque nada será igual tras el confinamiento, una vuelta al dinamismo en el consumo e inversión es lo deseado para reactivar la economía. Sobre todo la de los autónomos y pequeñas empresas, más vulnerables.


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