Josep Maria Aguiló | Sábado 28 de marzo de 2020
Una de las grandes dudas que tenía mientras me dirigía ayer al supermercado que hay al lado de casa —no se me ocurriría ir a ningún otro— era la de si habría ya o aún no papel higiénico, tras el desabastecimiento del mismo que había habido semanas atrás. Mi alegría fue inmensa cuando, justo al entrar, pude comprobar que en el estante de siempre había decenas de unidades, como en los viejos buenos tiempos. Y justo al lado estaban además los pañales. No es que yo necesitase ninguno, pero, no sé por qué, también me alegró mucho verlos.
Ya frente al estante, a punto estuvieron de saltárseme las lágrimas cuando, al ir a coger un «pack», vi que tenía además la opción de elegir entre el papel higiénico de dos capas y el de una sola capa. Es posible que lo hubiera ya también de tres capas, pero en ese momento estaba tan conmovido y entusiasmado que no me di cuenta. Ese pequeño detalle de poder elegir suponía, si no volver aún a la normalidad, sí al menos constatar que quizás no estemos ya tan lejos de ella.
A partir de ahora, seguramente poco a poco irán quedando ya atrás las distintas teorías, algunas muy interesantes y de rango casi filosófico o científico, sobre por qué a principios de marzo se habían comprado más rollos de papel higiénico que nunca en nuestro país. Una posible explicación, que no vi reflejada en los medios, podría ser que en estas últimas semanas habíamos comprado también, paralelamente, distintos productos muy ricos en fibra. Y elegantemente ahí lo dejo.
La alegría que inicialmente me había embargado ayer en el supermercado no fue completa sólo por un pequeño detalle. Al acercarme a la sección de lácteos, no encontré ninguna unidad de un producto que me encanta y que también está relacionado, de manera indirecta, con la regularidad en el tránsito intestinal. Se trata de unos dietéticos yogures de soja con sabor a chocolate y sabor a vainilla, que desde hace años suelo comprar de manera habitual. Si los compro es sólo porque dicen que la soja es muy sana y porque los yogures naturales sin grasas, sin azúcar, sin colorantes y sin conservantes nunca me han caído demasiado bien.
Noticias relacionadas