OPINIÓN

Solos en casa

Francisco Gilet | Miércoles 18 de marzo de 2020

Cuando uno lee el tweet de Susanna Griso: “Como se agradece no teletrabajar. El sacrificio es el que hacen ustedes (risas), en sus casas”, y recuerda el confinamiento propio y ajeno de millones de españoles, al tiempo que comprueba que el coronavirus ha segado la vida de casi 500 compatriotas, es complicado sentirse optimista. O cuando contempla fotos de Iglesias con su hija Aitana, junto a Monedero, por entre la muchedumbre del 8-M encabezada por la madre de la criatura de siete meses, tampoco se siente demasiado animado a ser optimista. El comprobar como el ministro de Sanidad no sabe qué compañero de ejecutivo tiene las competencias sobre las fronteras, tampoco ayuda a sentirse animado. Asistir a un absoluto desgobierno en la Unión Europea, tampoco es para aliviar la preocupación. Pero, no solamente son estos hechos los que te desalientan, sino el recuerdo de quienes se mofaban del virus, jaleándolo ante las cámaras, es decir, los progres de izquierdas, Evole, Pastor, Ferreras, Otero, Escolar, Mejido, la siempre presente Griso, amamantados por el presupuesto socialista, junto con esa nueva “casta”, la que llaman “progresía de derechas”, Maruenda, Morodo, Beni, Fallarás, Flich, todos, agrupados para el mismo coro; es una simple gripe. Recordar tales nombres y personajes, nos servirá de poco, pues el mal ya está hecho. Los muertos no resucitarán, los miedos no desparecerán y las horas de confinamiento quedarán en el recuerdo para siempre, de niños, jóvenes y no tan jóvenes. Mientras, los ancianos, cuidados en las residencias vivirán temerosos de que un visitante, un familiar, inconscientemente les contagie, entretanto la Susana Griso se ríe con sus propias gracias.

Es un acontecimiento extraordinario y de alcance global, sin duda. Ya ha llegado a Venezuela, metido en un avión de Iberia, naturalmente, según la Delcy. Aunque ello sea más que dudoso, no lo es el que para la vicepresidenta Calvo, a las mujeres que no fuesen a la manifestación del 8-M les “iba la vida”. Y la Irene Montero, fue. Y así está ahora ella, con dos ambulancias medicalizadas al completo a las puertas de su casa o “casoplón”. Mientras la “primera dama” se chupa todo lo que echa Netflix en su palacete. Calvo tenía razón, les está yendo la vida, cuando a la Almeida le importaba un comino lo del virus. Por no hablar de Echenique y su “todo bajo control”, pues, la “cosa no es tan grave”. Y sigue el mozo haciendo política barata con su aplauso a la sanidad pública, cuando su compañero Monedero acude a la privada. El tuitero El Aguijón, según diría el castizo, “le ha dao” al Echenique.

Entretanto, los grupos de wasap, de Twitter, siguen echando humo, con centenares de post de todos los colores. Incluso alguno alude a que hay que ser desgraciado para mofarse de todos los confinados, de los sanitarios, de los médicos, de los empresarios con sus negocios cerrados, a la espera de leer que nuestro Govern atiende a las residencias de ancianos ante la amenaza del virus. Posts también graciosos, como el de la esposa dispuesta a pagar la multa si el marido, por fin, sale a la calle. Una sonrisa, simplemente, surgida del español que de todo es capaz de sacar un chiste o un chascarrillo. Pero lo cierto es que, ni ahora, ni nunca, ninguno de los progres, de los chamanes de la izquierda, de los charlatanes de la derecha, de los jaleadores feministas, de los dirigentes de Vista Alegre, pedirán disculpas y perdón por haber provocado la extensión del virus con sus declaraciones jocosas y sus manifestaciones temerarias.

Pero, no todo es negativo. Los ciudadanos de estas islas, los que actúan según su conciencia, sin trabas ni servidumbres, salen a las terrazas y balcones y ventanas a las 20 horas a aplaudir a todos esos hombres y mujeres que están dedicando, con riesgo personal, su esfuerzo profesional en el cuidado y recuperación de los contagiados. Aplauden a plena conciencia, exhalando un minuto de esperanza y trasmitiendo un millón de horas de confianza en todos esos grandes profesionales. Ese minuto sí trasmite optimismo y superación de las dificultades. Pero, todavía lo incrementa más el visionar un video de los profesionales sanitarios del Hospital Mateu Orfila en Maó, demostrando, entre aplausos, que nos están oyendo y pidiéndonos que les ayudemos, quedándonos en casa. Más sencillo no puede ser, quedarnos en casa para no ser contaminados ni contaminar. Es seguro que ninguno de esos progres, ni ninguno de los miembros de un ejecutivo incompetente y mentiroso se lo merezca, pero, por nosotros, por nuestra nación, por la salud de todos, hay que obedecer y quedarnos solos en casa. Y los nietos, por Instagram. Es muy divertido.

Aunque muchísimo menos divertido será para ellos trabajar en el rescate de la gran deuda pública que está incrementando este presidente que expele jactancia, socialismo y sectarismo por cada uno de sus poros. O sea, a disfrutar lo votado, aunque no lo hayamos hecho.


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