DEPORTES

Sin palabras

Josep Maria Aguiló | Domingo 08 de marzo de 2020
Durante algo más de media temporada había estado pensando uno qué escribiría cuando el Real Mallorca lograse su primera victoria a domicilio. Este sábado por fin ha ocurrido ese anhelado deseo, con el triunfo por uno a dos frente al Eibar, pero aun así no sabía uno casi por dónde empezar, si por lo bien que ha jugado el conjunto de Vicente Moreno en Ipurua, si por la pizca de suerte que hubo esta vez en los momentos clave o si por la tensión y la emoción vividas hasta casi el último segundo, con los empujones y los atropellos a Manolo Reina incluidos.

Quizás lo mejor sea empezar diciendo que nos encanta este equipo, incluso en ocasiones también cuando pierde. A falta de once jornadas para que acabe el campeonato, la posible salvación del Mallorca dependerá seguramente de pequeños detalles o de sutiles circunstancias propias y ajenas, pero ocurra lo que ocurra, creo que con el tiempo este Mallorca acabará siendo recordado siempre con cariño, por la entrega de todos sus jugadores, por los buenos planteamientos tácticos del míster y por la constante respuesta de los aficionados jornada tras jornada, tanto en casa como fuera de Son Moix.

Como ocurría ya la pasada temporada, cada vez que los jugadores bermellones saltan ahora al campo, muchos mallorquinistas tenemos siempre la esperanza o la ilusión de que algo bueno pueda ocurrir sobre el césped. Es algo difícil de explicar, pero es así —ya saben, el Mallorca es un sentimiento—, si bien algunos resultados durante este curso no nos hayan acompañado finalmente. Por eso, cuando este sábado Dani Rodríguez decidió lanzar la falta que poco antes habían cometido sobre Take Kubo, no descartábamos que su lanzamiento pudiera acabar convirtiéndose en gol, como así fue a sólo tres minutos para el descanso.

Por esa citada mezcla de esperanza e ilusión, confiábamos también en que, pese al constante asedio del Eibar en la segunda parte, el Mallorca tendría alguna oportunidad para poder ampliar quizás su ventaja en el marcador. Así ocurrió afortunadamente en el minuto 78, con el oportunísimo gol de Kubo tras unos segundos previos de suspense, casi idénticos a los que vivimos hace dos jornadas cuando el japonés marcó también ante el Betis. Casi en el último suspiro, el exmallorquinista Pedro Bigas consiguió acortar distancias, pero por fortuna ya casi no hubo tiempo para nada más.

El árbitro pitó el final del encuentro y muchos mallorquinistas nos quedamos inicialmente sin palabras, porque los seres humanos —incluidos también los aficionados al fútbol— nos quedamos a veces sin palabras también por cosas buenas, por sentimientos como la alegría, la gratitud y la emoción.

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