OPINIÓN

¡Yo discrepo! A por la desfranquisación

Miquel Pascual Aguiló | Viernes 21 de febrero de 2020

Mientras que en Alemania Adolf Hitler se suicidó para no ser detenido por los soviéticos, y en Italia Benito Mussolini murió colgado, en España el dictador Francisco Franco murió en su cama y fue enterrado en un mausoleo, el Valle de los Caídos, construido por los esclavos republicanos, que recibía miles de visitas al año de peregrinos fascistas.

Alemania e Italia tienen prohibida por ley la exaltación o apología del nazismo y el fascismo y la castigan con cárcel.

En España, sin embargo, la exaltación del régimen franquista que martirizó a España durante cuatro décadas sigue sin ser delito. No se persigue alabar al régimen franquista, aunque se haga en la calle, en misa o por televisión, aunque sea lo mismo que cantar las virtudes de Adolf Hitler o que elogiar las políticas de Benito Mussolini.

En cambio, en Alemania y en Italia es impensable que alguien salga a la calle con una esvástica para propagar mensajes nazis o con el fasces romano y una camisa negra para blanquear el fascismo.

El Bundestag alemán votó en los años 90 un paquete de medidas penales para combatir la violencia xenófoba, el auge de los partidos de ultraderecha y a los nostálgicos del Tercer Reich.

Se introdujeron en el código penal alemán penas de hasta tres años de cárcel para quienes “aprueben, nieguen o minimicen, en público o en una reunión, los actos perpetrados durante la dictadura nazi”.

La legislación alemana no permite las consignas nazis ni la exhibición de sus símbolos y, mucho menos, afirmaciones favorables a Hitler y el nazismo en televisión. La apología del genocidio y su negación también están castigadas por ley.

En Italia, dos leyes, una del año 1952 y otra del año 1993, disponían castigos para el fascismo y su apología, pero apenas se aplicaban, porque los jueces limitaban su articulado a casos en los que fuese evidente la intención de resucitar el Partido Fascista.

Así, el saludo fascista de grupos de tifosi en los campos de fútbol o la peregrinación anual de nostálgicos a Predappio, el pueblo donde está enterrado Mussolini, quedaban sin castigo. Hasta que se endurecieron, en el año 2017, las penas para los transgresores de las normas, y ahora el código penal recoge castigos de hasta cuatro años de prisión para los delitos de “apología del fascismo” y “reconstrucción del partido fascista”, castiga “la propaganda referida al régimen fascista y nazifascista” y “la simbología y gestualidad del partido fascista y del partido nacionalsocialista alemán y sus relativas ideologías”, con hasta dos años de cárcel. Esto explica que el saludo fascista pueda ser castigado sin necesidad de que haya violencia, pues constituye en sí mismo un acto que el Estado debe perseguir.

En España, estamos ante un momento grave de nuestra reciente historia. Existe una ofensiva de dos partidos, hijo el uno del otro, herederos directos de la criminal dictadura franquista gracias a los sacrosantos pactos de la transición, y cuyos miembros jamás han condenado la dictadura franquista, que con sus actos políticos demuestran su admiración por aquel régimen bastardo y su animadversión por los derechos y libertades básicas.

No se trata de algo coyuntural, sino de algo que sale de lo más profundo de su pensamiento, de su ideología más verdadera. Tratan de restaurar todo el aparato legislativo del franquismo; son los que nunca dudaron en armar una guerra con tal de que todo siguiese como antes, como Dios manda.

España debe dejar de ser el único país europeo que permite la exaltación del fascismo.